Como si no hubiera cuestiones perentorias por resolver, media clase política anda liada entre la reforma de la llamada ley del aborto y cómo la infanta Cristina llegará a la sala del juzgado el próximo 8 de febrero.
Hay hechos y situaciones que recrean imágenes de otro tiempo, como aquella de las comadres en torno a la guillotina de la Revolución Francesa, tricotando como si estuvieran en casa de la vecina mientras pasaban el tiempo entre una y otra ejecución, se retiraban los cestos con las cabezas degolladas y el siguiente carromato llegaba con los “enemigos del pueblo”. Era el Reino del Terror, de “la justicia rápida, severa e inflexible” como lo definió su gran protagonista Robespierre.
Y ya sobre el cadalso, el asombro ante la precisión con que mataba aquel novedoso instrumento que propuso a la Asamblea Nacional el diputado Guillotin, cirujano de profesión, para que el castigo fuera igual para todos. Igual para todos.
Asistir aquí a estas alturas a disquisiciones sobre si la igualdad erga omnes obliga a cualquiera a recorrer cien metros expuesto al linchamiento es una estupidez. Ni la infanta ni nadie tienen por qué someterse a esa extraña condena, y menos aún quien, por lo que fuese, esté sujeto a protección por razones de seguridad. Continue Reading ▶