El muro y la coalición

Los muros están hechos para ser derribados

La única salida posible del pandemónium en que nos ha metido será una gran coalición entre los dos partidos mayoritarios, popular y socialista, que ocupan el centro del espacio político pero Sánchez sigue disparando su arma favorita: el guerracivilismo.

Desde sus primeros pasos políticos marcó el camino que hoy finge recorrer tan campante mientras su semblante refleja el deterioro de su estado real. Desde aquellos “no es no” y “qué parte del no no ha comprendido” de hace siete años hasta su llamada a las barricadas el pasado fin de semana, todo ha estado dirigido al enfrentamiento entre españoles.

El muro. Extraña visión política la que guía su misión como presidente de un gobierno no de todos los españoles, sólo de los progresistas protegidos por el muro de la infamia; el resto, millones de catalanes, vascos, asturianos, manchegos y navarros, además de los madrileños, andaluces, valencianos, castellanos, cántabros, gallegos, aragoneses, extremeños, ceutíes y melillenses no amparados por su sombra, que se apañen con sus presidentes populares y “si necesitan algo, que lo pidan”.

Hace treinta y cinco años cayó el muro con el que el comunismo soviético había partido Berlín en dos, y con el Mauerfall, el telón de acero y la guerra fría pasaron a la historia. Hay que ser insensible, además de ignaro, para remedar desde el gobierno de una democracia parlamentaria hoy aquel secuestro de las libertades en suelo europeo con su ristra de 250 muertos al pie de las alambradas.

Frente al muro sanchista no hay otra salida con futuro que un gobierno de ancha base social, como los alemanes y otros lo han hecho cuando es preciso. Aquí es el momento de ponerse a ello socialdemócratas y liberal-conservadores, coaligados para resolver los problemas reales y lo más arduo, romper las tendencias extremistas que vive toda Europa, aquí yuxtapuestas por los separatismos.

Perder tiempo imaginando otros escenarios posibles -las urnas no dan para más- resultará cada mes más gravoso y, tal vez, irrealizable.

Es hora ya, y llevamos mucho retraso, de volver a la normalidad. Nada es normal en nuestro tiempo político. Un Gobierno que lleva tres años sin presentar los presupuestos como dicta la Constitución; la residencia presidencial con el propio primer ministro investigado, su esposa en los tribunales y dando asilo a un hermano en la misma situación; procesados los dos secretarios generales que puso al frente de su partido; el propio partido investigado por fraude; el fiscal general del Estado pendiente de juicio oral, … y lo que estará por llegar. Siendo como es y lo conocemos, cómo el interfecto no va a cargar el guerracivilismo,

Mientras Sánchez Pérez-Castejón siga mantenido en el PSOE por su corte de deudores y amparado en el Congreso por sus acreedores antisistema, no se producirá la salida normal que los españoles merecen: la gran coalición necesaria para derribar el muro cainita.

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El Estado, amenazado

Illa introduce a Puigdemont en la sede de la Generalitat en Bruselas

Soportar la estomagante presencia de Sánchez Pérez-Castejón sin apagar el televisor es un síntoma de idiocia social. Un primer ministro sin más programa que seguir atornillado en su escaño, sólo o en compañía de golpistas y exterroristas pagados con amnistías y pasta de los presupuestos que no tiene, e incapaz de salir a la calle porque le cae la del pulpo ¿cómo es posible que tenga la desfachatez de seguir tan campante?

No es preciso mentar los problemas que sus allegados más cercanos familiar y políticamente tienen con la Justicia, ni siquiera los turbios movimientos de su compinche Zapatero y de otros mandados que posiblemente caerán en el mismo saco; no hace falta.

La situación es tan negra, la suya y por extensión la de todos nosotros, que mientras la política mundial anda redefiniéndose con el riesgo de caer en una tercera guerra mundial, el primer ministro del Reino de España centra toda su atención en resistir su posición.

Qué decir de la acogida en una sede del Estado español al golpista que vive de los siete escaños que le alquila en el Congreso. El tal Illa llevará ese encargo como un baldón el resto de su corta vida política.

Gobernar en una democracia parlamentaria sin parlamento, coaccionar al poder judicial, utilizar en beneficio propio la fiscalía y la abogacía del Estado y cegar los canales independientes de los que se alimenta la opinión pública, constituye una perversión del sistema sin precedentes.

El Estado de Derecho está seriamente amenazado en uno de los grandes países de la Unión Europea. Y de esto no nos salva la UE ni la OTAN, nadie salvo nosotros mismos.

Pero lo sorprendente es que, como lo del dedo y la luna, parece como que no viéramos más allá del teatrillo que nos sirven los centenares de escribas presidenciales, animado por el trasteo de ministros insólitos contra los molinos de viento que don Alonso Quijano confundió con gigantes.

Una cosa es cierta; la salida normal está topada. Los constituyentes no llegaron a imaginar que al cabo de unas décadas un fulano pervertiría las reglas con el empeño que Sánchez se ha desempeñado. Sólo la Justicia, defendida por la opinión pública, puede romper

Las alusiones que viene haciendo al capitán que no abandona la nave, que no dejará la obra sin terminar y lo malísimos que son los enemigos no es nada original. Hace cincuenta años era la “conspiración masónica izquierdista” hoy, una gran mayoría harta del sanchismo y sus rémoras apandadoras. ¡Memoria histórica!

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De Paiporta a Villablino

El viajero valiente

Huyendo de sus propios miedos, hace nueve meses salió de Paiporta como alma que lleva el diablo. Las aguas que arrasaron el pueblo se habían llevado por delante la vida de setenta vecinos. Sin mirar para atrás, allí dejó sentado el valor de su compromiso frente al ejemplo de los reyes que acompañaban a pie firme a las víctimas de la tragedia.

Ahora, hace una semana, ha sido el fuego el azote de pueblos y campos del nordeste de España mientras el personaje se solazaba en la lejana residencia real de Tenerife. Aislado del resto de los responsables europeos concernidos por la guerra que se libra en nuestro propio continente y sin otros quehaceres que solearse entre mar y piscina, al cabo de dos semanas sintió la necesidad de salir y mostrarse.

Falcon, dos Super Pumas y los vehículos precisos para hacerse presente, pero poco. Sin más riesgos que el de hacer el ridículo, como su llegada a Villablino, municipio leonés capital de La Laciana, controlado por el PSOE y respaldado por IU durante toda la democracia.

Allí lució toda su solidaria empatía para emitir el parto de los montes: un Pacto de Estado sobre el cambio climático como solución a la tragedia humana, ecológica y económica que aún perdura.

Reclamar a estas alturas un Pacto de Estado cuando lleva años pactando a troche y moche contra el Estado, define la catadura moral de este figurante. La cobardía no es precisamente valor encomiable, pero la mendacidad sí que inhabilita al político.

Sánchez, de él venimos hablando, ha visto en las llamas el factor que podría revertir el estado catatónico en que se encuentra. Bastaría con achacar a los gobiernos populares las desgracias sobrevenidas y las que falten por llegar, que ya dije: “si necesitan algo, que lo pidan”. Al tiempo.

No sería nada nuevo, ya ocurrió. Fue en 2004; la tragedia del 11-M provocó el acceso al poder de su mentor, Zapatero, hoy encargado de negocios con Venezuela y China, con quien tiempo habrá tenido durante estas semanas para charlar como vecinos, “¿en La Mareta o en mi casa?”, de tantas cosas que nos impiden conocer. Delcy, Huawei…

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Indecente

Un par de colegas y primeros ministros únicos.

Y haciendo virtud de la necesidad se subió al Falcon, y a La Mareta para sacudirse el recuerdo de tantos caídos durante el ejercicio y hasta del memo fiscal general; ¿a quién se le ocurre borrar las huellas del crimen?, comenta con su Begoña instalada a la vera. Continue Reading

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Restauración

El modelo a preservar.

O reconstrucción, depende de cuánto tarde en salir Sánchez de La Moncloa. Por el momento, su desenfrenada cuesta abajo amenaza con hacer añicos el Estado y desencajar la sociedad. Continue Reading

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Algo a que agarrase

Lo que no debe ser: fiscalía, gobierno y TC comiendo de la misma mano.

El fin de semana alumbró al fin algo a lo que poder agarrarse: la palabra de Feijóo. Cerró el Congreso de los populares con un discurso vívido, vigoroso y polivalente. Podría emplearlo tanto en una moción de censura, que de hecho lo era, como de programa de primer ministro. Pero lo adelantó como socorrista que lanza un flotador en medio de la tormenta, algo a lo que agarrarse una mayoría de españoles para salir de la depresión. Nació un líder. Continue Reading

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