Realmente lo que Romanones, presidente del Consejo de Ministros a la sazón, exclamó tras conocer el resultado de su candidatura a un sillón en la RAE fue más sonoro: “¡Qué tropa, joder qué tropa!”. Su secretario acababa de comunicarle en el mismo banco azul que no había obtenido un solo voto pese a que todos los académicos le hubieran confirmado su apoyo.
La expresión viene pintiparada a la vista de la mayoría de los protagonistas del teatro del absurdo en que se ha convertido la política de nuestros días. Que la atención pública esté prendida de personajes como Rufián, Puigdemont et alia es como para pensar en el exilio; exilio interior, ciertamente, porque por fuera tampoco andan las cosas mucho mejor, aunque desde lejos siempre parece que el bosque se ve mejor.
Más allá de los sediciosos, entre el resto de los actores tampoco hay demasiados que brillen con luz propia. Unos, los emergentes, ahora están encelados con una reforma electoral como si de ella fueran a salir la concordia nacional, la solidaridad, la libertad y el respeto a la ley como puntos cardinales de un mundo nuevo. Otros, los establecidos, en babia, pero sin saber por dónde realmente cae Babia. Ensimismados, ven pasar lo que pasa como si la actualidad fuera una tragedia griega domeñada por el fatum. Continue Reading ▶






