El harakiri 2

Tal para cual, campeones de salto sobre los contrapesos de los poderes.

Que una mayoría de diputados apruebe dejar sin control al Ejecutivo durante medio año, cuatro meses, dos o lo que resulte finamente, es un sindiós.

Hace cuarenta y muchos años y en el mismo lugar, otros personajes, entonces llamados procuradores, aprobaron la muerte de aquel sistema. El fenómeno fue comentado internacionalmente y se hizo célebre bajo un ingenioso lema: Las Cortes de Franco se hacen el harakiri.

Pues algo así es lo que hoy perpetrará la mayoría de aluvión que Sánchez cultiva con tanto esmero como desprecio. Ahora no caerá el sistema, pero la democracia quedará malparada. Porque el control del Gobierno es el mejor termómetro para conocer la salud política de una nación; los checks and balances que garantizan que ninguno de los tres poderes, legislativo, ejecutivo, judicial, llegue a ser demasiado poderoso. Continue Reading

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Alarma ante tanta barbarie

Universitario presentando on line su TFG.

Imponer la excepcionalidad de un estado de alarma hasta el mes de mayo es una barbaridad. Sin paliativos. De momento, el mero anuncio de tal despropósito bastará para que las empresas turísticas pongan sus huevos en otras latitudes. Como si el sector servicios no fuera la principal industria del país.

Pero además hay otros factores que revelan la sandez gubernamental. Porque ni ellos mismos creen que tales limitaciones puedan llevarse a cabo. Por eso se desdicen de pronto para dejar el muerto en manos de las C.A. No hay cuerpos de seguridad suficientes para tener embridados a millones de ciudadanos durante medio año. La virtualidad del toque de queda nocturno habría de quedar en manos de una legión de chivatos, al estilo de los CDR cubanos. Un comisario por bloque, manzana de chalés o barrio rural. ¿Realmente va por ahí el progreso?

Por no hablar de los derechos cercenados con esa y demás medidas contenidas en el decreto fantasma que el jueves desvelará el filósofo encargado de la sanidad nacional. La carta de ciudadanía es demasiado valiosa como para jugarla en manos de villanos.

Los derechos inherentes a la condición de español, desde el de libre circulación hasta el de educación, pasando por el de la propiedad y el del control de los gobernantes, no se enajenan sin procedimientos muy tasados; los pautados en la Constitución.

Las mayorías de aluvión, como la que está pervirtiendo el sistema, no tienen el peso ni la legitimidad suficientes para ello. Podrán hundir la nave ya varada por sus torpezas, arruinar sus recursos, convertir a los supervivientes en súbditos mantenidos por deuda pública, etc., en ello están.

Los ciudadanos merecen algunas explicaciones. Por ejemplo, sobre la razón que induce a este gobierno a subir los impuestos cuando en el resto de la Unión se rebajan. Gasto social, dice el comunista del moño recogido, pero ¿de verdad es social aumentar el sueldo de los funcionarios públicos, únicos ciudadanos con trabajo estable, mientras caen en paro millones de compatriotas?

También algo de social debieron de ver las huestes de la coalición cuando votaron subir sus remuneraciones en las Cortes antes de que su poca vergüenza les hiciera rectificar con una segunda votación.

Por ejemplo, ¿sabrán estos arbitristas que de donde no hay nada se puede lograr, que de la gallina no pueden sacarse más huevos de los que tiene, que la inversión es el único carburante de la economía y que sólo quien tiene ahorros puede invertir?

Y hablando de cosas tan serias, o más, ¿qué nivel cultural, científico o social pretenden conseguir con una juventud sin más mérito ni conocimientos que el de ir de curso en curso sin reparar en su cualificación? Una sociedad sin educación no tiene futuro. La formación a distancia no puede ser un pretexto. Pese a ella hay estudiantes ejemplares que derrotan a la política educativa.

Sin conocimientos, sin técnica, sin investigación ni capacidad emprendedora, España está abocada al tercermundismo. A lo mejor es de lo que se trata. Perdón, a lo peor.

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La auténtica alarma

Francisco I dándole a Sánchez un breve lección de ética política y  la Patria

Decir que en nuestro país cada día son más quienes traspasan el umbral de la pobreza, que mes a mes se cierran actividades, se pierden empleos, que las muertes se tramitan como datos de ordinaria administración, no constituye ningún dislate. Es una realidad asombrosa, pero insuficiente para excitar la responsabilidad de los agentes políticos.

Esta es la auténtica alarma que pesa sobre los españoles.

Nada cambia a mejor; ya pueden venir olas y más olas de la endemoniada covid que el Gobierno seguirá llamándose andana, descargando su responsabilidad en las comunidades autónomas como si esto fuera un Estado federal. Continue Reading

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Y Casado ganó el partido

Como no podía ser de otra forma: no a la moción

 

Un tiro por la culata. En eso quedó la moción ideada por Vox con el único objetivo de ganarse una mejor posición en la pole de la parrilla política. El resultado fue inverso al esperado por sus promotores. Abascal cayó noqueado, y no por Sánchez, el presidente objeto de la censura, sino por Casado, la diana real del disparo fallido.

Decía hace años un conocido banquero que las OPAS se lanzan para ganarlas; como las mociones de censura, previsión constitucional para desalojar “por mayoría absoluta” a un Gobierno durante su mandato. La ventilada ayer ni soñaba con esa mayoría ni presentaba programa alguno. Era, simplemente, un abuso de las reglas de juego. Y en circunstancias como las que este país está sufriendo, una estupidez. Continue Reading

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Y el Congreso, a quién representa

Maduro en la apertura del año judicial venezolano ya adelantó lo nuestro.

Puestos a tirar de la manta, ¿alguien piensa todavía que los ciudadanos se sienten representados por la mayoría Frankenstein que impone las decisiones del Congreso?

No, no nos representa. Es una nueva casta que circula en dirección prohibida saltándose cuantos semáforos se interponen en su rodadura de apisonadora. Es la perversión del sistema que pone en peligro la libertad de la gente, y a la propia gente. Continue Reading

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Puntilla al Poder Judicial

Sede del Tribunal Supremo, Madrid.

La tropelía está anunciada. El segundo gobierno socialista, González, años ochenta, retorció la letra de la Constitución para acabar, dijeron, con los jueces franquistas. Lo que el artículo 122 de la Ley de Leyes establece es que, además del presidente del Tribunal Supremo, el Consejo General del Poder Judicial estará integrado por veinte miembros. De ellos doce entre Jueces y Magistrados y los ocho restantes, cuatro a propuesta del Congreso y otros cuatro por el Senado, elegidos por mayoría de tres quintos.

La estocada a los principios de independencia, inamovilidad y responsabilidad que la Constitución exige a la administración de Justicia, consistió en hacer depender los veinte vocales de las cámaras. Los jueces y magistrados, que deberían proponer la mayoría del Consejo, punto en boca. Eso sí, aquellos legisladores tuvieron la decencia de mantener la mayoría cualificada para los nombramientos. Continue Reading

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