Como decíamos ayer… la sociedad catalana está dando muestras de una esclerosis digna de conmiseración. Demasiados años de fabulación nacionalista han acabado por disolver su sistema inmunitario y romper la barrera que separa la razón de los sentimientos, la realidad de la ensoñación.
¿Y la del resto de la nación; qué pueden estar pensando andaluces y gallegos, castellanos, vascos y madrileños del órdago catalán? Más allá del escepticismo que merecen estas salidas de tono, el común del país no puede explicarse cómo ha podido llegarse hasta este extremo. Los españoles, incluidos separatistas y quienes dicen serlo porque no pueden ser otra cosa, llevan en sus ADN la pertenencia a una nación vieja como pocas, forjada a golpes de genio y de ingenio, de guerras comunes y hasta civiles, de catedrales y cátedras centenarias, de fiesta y luto, de sol, hambre y pan.
De todo ello está hecha la masa de la sangre hispana de Ramon Llull y Teresa de Jesús, de Servet y de Nebrija, de Martorell y Cervantes, de Ignacio y Quevedo, de Velázquez, Goya, Miró, Picasso y Dalí, de Vitoria y Halffter, de Cánovas y Pablo Iglesias, de Calvo Sotelo y Pasionaria, de Tarradellas, Suárez, Pujol y González, de Ortega, Giner y el Menéndez Pelayo que enseñó “No queráis llamar ‘lengua española’ a la lengua castellana, frase malsonante y rara vez usada por nuestros clásicos, que siempre se preciaron de escribir en castellano. Tan lengua española es la castellana como la catalana…”. Continue Reading ▶






