“Me gusta que la victoria no sea absoluta porque eso facilitará la negociación”, dijo ayer el historiador peruano Antonio Zapata. Se refería al arbitraje producido por el Tribunal Internacional de la Haya sobre el diferendo entre Chile y Perú sobre su frontera común, establecida tras la Guerra del Pacífico que les enfrentó durante cuatro años, 1879/83. Hoy ambos países forman parte de la Alianza del Pacífico, junto a Colombia y México; la alternativa civilizatoria en aquel continente al eje bolivariano.
Efectivamente, la sentencia ha contentado a tirios y troyanos en la medida que ninguno se ha salido con la suya. Algo parecido se ha dicho sobre nuestra Constitución: su gran virtualidad es que a todos satisfizo sin que ninguno pueda apropiársela.
Pero en estos treinta y cinco años de vigencia, hecho insólito en nuestra historia, parecen desgastadas sus juntas de dilatación, esas ambigüedades que los constituyentes asumieron fiando al tiempo el encaje definitivo del puzle nacional. Diversas circunstancias han concurrido a su deterioro, pero el factor principal ha sido el nacionalismo, y más concretamente, el catalán cuya tensión permanente ha acabado por deformar letra y espíritu de la Constitución. Continue Reading ▶





