Hacer el ridículo y no percatarse de estar haciéndolo puede resultar fatal para un personaje público. En ello está Sánchez. Empeñado en sacudirse tanto efecto indeseado producido por el Gobierno que preside, ha decidido encomendarse a las artes de llamados expertos en relaciones públicas que lo están dejando inservible para propios y extraños.
Jugando a la petanca con vejetes de barrio madrileño o la charleta con un par de jóvenes de clase media podría acercar su imagen a la calle, siempre tan lejana del dirigente que busca su sitio en la Historia. Cuánta cercanía, campechanía, empatía, etc. habrían de pensar los televidentes, pero pronto supieron que los compañeros de Coslada lo eran también del partido, y el joven burgués, familiar de un miembro del equipo monclovita. Es decir, hasta que dieron con la verdad, esa dimensión antónima del personaje. Continue Reading ▶