
El valor de la propaganda
Los dislates de la tropa sediciosa parecen no tener fin. Acorralados entre la ley y la pared de la dura realidad ya no tienen más objetivos que echar los pies por alto, para que la fiesta no decaiga, y conseguir imágenes que den la vuelta al mundo mostrando colas ante una puerta cualquiera. Vaya usted a saber si dentro había urnas y papeletas, qué más da; su batallita se libra en la calle. Imagen es lo que importa, como la Capa, La muerte del miliciano, que ilustró la guerra civil del 36. Luego se reveló que la magnífica fotografía era un montaje, como la de la de los soldados yanquis plantando su bandera en Iwo Jima algunos años después.
Por esta vía se va directamente a la aplicación del art. 155 de la Constitución, la suspensión de la autonomía malversada. Al tiempo; no quedará otra salida, como no quedó en el golpe contra la II República, abortado en veinticuatro horas. Azaña, luego Presidente de la República, calificó de hostil y chantajista la política de la Generalitat que presidía Companys. ¿Cómo catalogar a los golpistas actuales?
Hoy todo es más pequeño, ridículo; como en tantas otras facetas de la vida política universal, todo se reduce a un tacticismo de vía estrecha que acaba sofocando cualquier aproximación racional a los problemas. Y no es cosa de hoy; tácticas carentes de un fondo estratégico correctamente evaluado propiciaron la desnacionalización de Cataluña y del resto de las comunidades. Gobiernos socialistas y populares libraron transferencias de competencias estatales para conseguir apoyos tan lícitos como onerosos en términos históricos. La de Educación fue la más sangrante y la de Seguridad la peor arbitrada, como se está comprobando. Continue Reading ▶