Eso de “peor, imposible” es hoy puro optimismo. Claro que las cosas irán a peor; al tiempo. El gran chisgarabís que maquina en La Moncloa sobre la convivencia de los españoles no hace otra cosa que satisfacer las deudas contraídas en su asalto al poder.
Por vez primera en nuestra historia democrática, la conjunción socialista, comunista, nacionalista y republicana ha copado las radios y televisiones públicas. ¡Qué ingenuidad la de quienes dudaban de que los republicanos y secesionistas fueran a votar tal tropelía!
¿Qué otra cosa iban a hacer sino seguir secundando el golpe de mano al sistema mientras su apoderado continúe dando carrete a sus aspiraciones?
Para el gran chisgarabís la sedición catalanista no es la gran cuestión; a juzgar por los hechos, ha considerado prioritario eliminar las concertinas en las fronteras de Ceuta y Melilla, quitar peajes, sanidad universal, trasladar etarras y golpistas, remover la momia embalsamada de Franco y, sobre todo ello, un Real Decreto-Ley para controlar la información.
Por ahí comienza todo atentado a la democracia. En vísperas de la Revolución Francesa un demócrata de los nacientes Estados Unidos de América escribió aquello tan conocido y certero: “Ya que nuestra forma de gobierno está basada en la opinión pública, nuestro principal objetivo debe ser mantener ese derecho; y si dependiese de mí decidir si tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no vacilaría un instante en preferir lo último.” Pues eso, aprendida la lección: hagamos lo contrario.
Pero el gran asunto, el cierre de la ruptura provocada en Cataluña por los sostenedores del Gobierno Sánchez, está confiado al imperio de la imagen. Esa es la auténtica hoja de ruta del chisgarabís de las lentes de sol leyendo papeles en el helicóptero o en el avión presidencial. Los detenidos han sido puestos en manos de las autoridades catalanas, competentes en política penitenciaria por cierto, por lo que pronto pasará la tendencia de los lacitos amarillos. Anunciar un diálogo sin fronteras entre el defensor de la Ley y el promotor de la sedición es un sin dios.
La oferta de un Estado federal es letal para la marcha del país pero, sobre todo, inútil para resolver el problema creado. Los sediciosos antepondrán la creación de una república catalana que posteriormente podría federarse, y el aprendiz de brujo creerá que puede calmarlos devolviéndoles íntegro el Estatut que el TC adecuó a la legalidad. Y ahí cerrarán el primero de una serie de encuentros que tensarán la convivencia nacional.
Sería lo que Sánchez necesita para juzgar imperiosa la convocatoria de unas elecciones generales, desdiciéndose una vez más de lo dicho. ¿Alguien piensa que va a dejar correr el tiempo para que el PP salga de su ensimismamiento?