Quizá de tanto repetirlo acabó creyéndose divino de la muerte: soy el president, soy el president… Hasta que sucumbió bajo el peso de la realidad y sus 155 razones. Consciente, quizá por vez primera en mucho tiempo, de que todo había terminado cogió el teléfono para descargar su frustración en el peón de brega que le acompaña en la fuga.
“Volvemos a vivir los últimos días de la Catalunya republicana… El plan Moncloa triunfa… Supongo que tenemos claro que esto se ha acabado” …
Las verdades del barquero; no se puede expresar con mayor claridad cómo descarrila el llamado procés.
¿Tanta mentira para esto? El forajido ha realimentado durante meses los mitos que cargan sobre sus espaldas dos millones de catalanes. Nadie se lo agradecerá; los conmilitones no han tardado veinticuatro horas en certificar su defunción política. “Yo ya estoy sacrificado, tal y como sugería Tardà”.
La tribu no reconoce héroes; uno a uno va cayendo en manos de la Justicia, por robar, por malversar, por conculcar las leyes… de todo hay entre los próceres nacionalistas.
El ex honorable, amortizado. Pero hasta en su final ha seguido haciendo el ridículo; después de confesar que es humano y a veces duda, afirma que también es el president “y no me echaré atrás por respeto, agradecimiento y compromiso con los ciudadanos y el país. Seguimos”.
En fin, cada loquito con su tema. Pero la realidad es que llegó la hora del olvido y de designar una nueva víctima propiciatoria en la carrera de los separatistas hacia el abismo; Mas, Puigdemont, ¿quién será la próxima? La aritmética parlamentaria hace difícil que aquella cámara alumbre un presidente capaz de regir y administrar la región que de puntera cultural y económicamente ha degenerado en rémora del conjunto nacional.
Y sobre la aritmética parlamentaria, un hecho estructural: el pertinaz empeño de dos millones de ciudadanos que, pese a lo visto, siguen cegados por la fosforescencia soberanista como los parias que mueren con los ojos abrasados por el sol.
¿Cuánto tiempo necesitará la sociedad catalana para reencontrarse con el seny, la convivencia en libertad, con la verdad de su ser al cabo de tanto engaño?
Dice un proverbio judío, y dice bien, que con la mentira puede llegarse muy lejos pero sin esperanzas de volver.