Sánchez y la democracia

pas d’ennemis a gauche?

El secretario general electo de los socialistas está empeñado en seguir la senda podemita del populismo. Ya su elección fue fruto de la desintermediación con que se ha cargado las estructuras internas de su partido. Lo de las bases frente a los barones es pura demagogia. Y barata.

La apelación directa a la militancia retrotrae el ejercicio de la democracia al vivido en las Ciudades Estado de hace veintiséis siglos, teóricamente gobernadas por la asamblea de sus ciudadanos libres.

Aquel era otro mundo en el que los políticos, los titulares de la polis, no pasaban de ser una minoría, apenas un tercio, del total formado además por mujeres, esclavos y metecos, los extranjeros residentes. (Entre paréntesis, metecos allí, maquetos en el País Vasco o charnegos en el catalán… No tenían derechos ciudadanos).

Aunque para eruditos a la violeta como Iglesias aquellas reducidas comunidades son exquisita muestra de la democracia directa que propugnan, su gobierno tenía cuerpos intermedios, como los jurados que acabaron integrando los más listos de los miembros de la asamblea.

Platón y Aristóteles prestaron suma atención y estudio a aquellas formas políticas que terminaron víctimas tanto de sus contradicciones internas como de la aparición de ideas nuevas, como la denuncia de la discriminación hecha por los cínicos de Diógenes.

Con el paso del tiempo las formas políticas fueron cambiando para adecuarse a la realidad y cuando la evolución se estancaba una revolución deshacía los tapones; primero burguesas, más tarde proletarias, hoy culturales. Y así aquellas democracias-naif de las pequeñas arcadias fueron dotándose de los elementos necesarios para la participación de todos cuando todos llegaron a ser ciudadanos. Así cuajó la democracia representativa; el gobierno de los ciudadanos libres.

Paréntesis hubo que trataron de volver a la llamada democracia directa, el individuo frente al Estado, sin más intermediarios que el partido único; instrumento creado por el propio Estado, comunista, fascista o nazi, para la estabulación y control del pueblo.

A esas metas aspiran quienes actúan desde las propias instituciones democráticas para cargárselas. Es el caso, aquí y ahora, de los podemitas. Pero la contestación al sistema no cabe ser confundida con las disputas ideológicas y por el poder dentro del sistema, que es lo natural en las democracias.

La pulsión de Sánchez por pelear en los terrenos de Podemos le lleva a decir bobadas como que el PSOE no secundará la moción de censura presentada por Iglesias porque no salen los números.

¿Realmente no caben otras razones de mayor fundamento? ¿Es que la única diferencia con Podemos es cuestión de números? La militancia que le votó quedará satisfecha; los potenciales electores que el PSOE necesita para representar a la socialdemocracia, atónitos.

Si el no a Iglesias se basa en la imposibilidad de derribar el gobierno popular por la falta de una mayoría suficiente, ¿por qué presentó su candidatura a la Moncloa cuando tampoco disponía de esa mayoría  el pasado año, como el mismo Iglesias le achacó entonces?

Sánchez está jugando con fuego cuando trata de organizar el socialista con los moldes de aquellos partidos únicos en los que el líder sólo respondía ante la masa, cuando no ante el mismísimo Dios. Anuncia que clausurará el próximo Congreso socialista fuera del Congreso; él ante la militancia. Extraño punto de partida.

Compartir entrada:

Leave a Reply