¿Hay alguien responsable de que la política basura marque la agenda pública del país? Naturalmente, los políticos basura; quienes buscan peces en las cloacas, los que ventean la mugre que una sociedad de cincuenta millones es capaz de escupir. Ahí se encuentra lo peor de cada casa; y todos los ocupantes de alguna de ellas, como la mansión podemita.
Ayer Montero se inventó una mafia del canapé con el único propósito de tapar su acoso a periodistas; al cabo de un año resultan absolutamente predecibles. La pequeña pasionaria que sienta a su lado el inefable Iglesias dará mucho juego mientras no sea sacrificada a la última fila. El modelo soviético de la purga ha sido reducido a lo simbólico; la última fila juega el papel del fotoshop con que Stalin eliminaba de su lado a colegas en desgracia.
Otros hay que se pierden haciendo méritos para salir en la foto. La simpática imagen de Rivera abofeteándose la mejilla, gesto que dedica a derecha e izquierda con singular destreza, revela esa pulsión por la noticia. El numerito murciano revela cuan bajo puede volar su política. Gran aportación a la gobernanza de un país sometido a una intentona sediciosa. Hay que…
Y así cabría encontrar actores por todo el espectro, político, periodístico y sindical; enmerdadores por comisión. Pero también los hay por omisión. ¿Acaso no hay alguien capaz de limpiar el ambiente; de mostrar alternativas positivas con las que el común se sentiría ciudadano de un país normal cuyas grandezas compensan largamente sus miserias?
Pues no, parece que quienes deberían estar en ello duermen a la sombra de los laureles. Y así no hay manera, como dice una canción de mi tierra: “No la llames, no la llames; no la llames, que no viene; que se ha quedado dormida, debajo de los laureles”.
Desde las instituciones estatales hasta la última asociación de amigos de cualquier cosa, los toros o la paella, pasando por fundaciones cuyo interés social se les supone al haber sido oficialmente registradas, un clamoroso silencio se alza ante la bulla que generan los follones como llamaría Cervantes a esta tropa: “el señor del castillo era un follón y mal nacido caballero”, (Quijote, I, cap. III).
Así no hay forma de salir de la basura, ni de limpiarla siquiera. Y nadie moverá un dedo por la pérdida de un referente madrileño como Embassy.