La Corona

El Rey apaludido

El Rey largamente aplaudido

El Rey Felipe se sintió en el deber de abrir la nueva Legislatura de las Cortes Generales recordando los fundamentos de nuestra convivencia; de la democracia parlamentaria que tratan de volar algunos de los allí presentes.

Sus primeras palabras fueron como la apertura del curso que los españoles tienen pendiente sobre el sentido de la Corona, órgano constitucional situado institucionalmente por encima de los poderes del Estado y sin más potestad real que la auctoritas que sus titulares lleguen a granjearse.

Su carácter hereditario es salvaguarda de su independencia. Al no deber su posición institucional al triunfo de una fuerza política sobre las demás, la Monarquía parlamentaria puede cumplir mejor su papel integrador de las diversas corrientes y fuerzas sociales.

Para los imbéciles que regatearon su saludo a la primera magistratura de la Nación, el titular de la Corona comenzó apuntando: “En una Monarquía Parlamentaria, la presencia del Rey en el Parlamento es la expresión constitucional del vínculo entre los depositarios de la soberanía nacional y el Jefe del Estado.”

Y para que no hubiera equívocos sobre su función reafirmó los compromisos que asumió el día de su proclamación: el primero con los ciudadanos, “pues la Corona tiene su razón de ser en el servicio a todos los españoles y en el ejercicio de sus funciones constitucionales, desde la neutralidad política y la independencia, persiguiendo siempre y en todo momento el interés general.

Luego con los valores de la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político; y con los fundamentos de nuestro régimen constitucional: “la soberanía nacional, la separación de Poderes y el Estado de Derecho”.  Y finalmente, su compromiso con España; “una gran Nación enriquecida por su diversidad a lo largo de los siglos, y de la que el Rey, como Jefe del Estado, es símbolo de su unidad y permanencia.”

Sentadas las bases de lo que a cada cual corresponde, dejó testimonio de la responsabilidad y generosidad que permitieron solventar las dificultades para formar Gobierno. Los actuales responsables del partido socialista vieron reconocidos sus méritos en la ruptura del bloqueo impuesto por aquel insensato que estuvo a punto de subirse al poder a hombros de Iglesias, los bilduetarras y republicanos catalanes.

El Rey denunció el pesimismo, el espíritu destructivo, la visión negativa de nuestra capacidad o de todo cuanto nos rodea que marcan las coordenadas de los antisistema; el reverso del  espíritu de superación, el ánimo constructivo, y el mirar hacia adelante en que se coció la Constitución del 78 y que nos hizo grandes como Nación.

Y a los secesionistas de diversos pelajes recordó que un Estado de Derecho la primacía de la ley elimina la arbitrariedad de los poderes públicos y asegura el ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos. Y que el diálogo y el entendimiento dentro del respeto a la Ley es consustancial a la Democracia.

Un diálogo que debe ser sincero y leal, en el que el autogobierno de nuestras Comunidades Autónomas preserve las exigencias de igualdad entre todos los ciudadanos y la solidaridad entre todos los pueblos de España. Un diálogo que se vea fortalecido e impulsado por el espíritu fraternal entre todos los españoles. Porque España no puede negarse a sí misma tal y como es; no puede renunciar a su propio ser; y no puede, en fin, renunciar al patrimonio común construido por todos y desde el que debemos seguir edificando un futuro compartido.”

¿Alguien da más, o mejor? Como Maquievelo dejó escrito, un príncipe que llena cumplidamente sus deberes nunca debe temer que le falten defensores.

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Posted viernes, noviembre 18th, 2016 under Política.

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