Fiel reflejo de la entidad de los personajes políticos que nos cercan es el debate mantenido por los líderes podemitas Iglesias y Errejón. La confrontación que mantienen larvada desde el comienzo del año recobró ayer estado público cuando decidieron dirimir sus diferencias en el ágora de Twitter.
Cuánta profundidad, qué capacidad de convicción la que estos y tantos otros llamados políticos pueden desarrollar en un máximo de 140 caracteres, unas cincuenta palabras, es el misterio que dejaría atónitos a Canalejas y Maura o a Cánovas y Sagasta, por no recordar los diálogos platónicos, las ciceronianas catilinarias o a las disputatio escolásticas.
Pues hasta aquí hemos llegado. La anécdota hoy es toda una categoría que define el fondo y las formas de eso que seguimos llamando política porque no se nos ocurre palabra mejor con que calificar la ceremonia de confusión a que juegan unos señores pagados de nuestros bolsillos y que sufrimos con paciencia infinita.
Unos céntimos de ideología, por favor. Imagínense a Hobbes escribiendo su Leviatán a golpes de tuit, o a Rousseau su Contrato Social. Y qué decir de las discusiones que un año antes de publicar el Manifiesto Comunista Marx y Engels mantuvieron con Weitling, acusando de mesiánico y socialista utópico a quien tres años atrás Engels había calificado como padre del comunismo alemán.
Tiempos aquellos en que las polémicas se sustanciaban a través de extensos artículos en publicaciones como The New Moral World, cuando no en sólidos ensayos como los que confrontaron a Américo Castro y a Claudio Sánchez Albornoz sobre el ser de España.
Pero no; ahora la cosa no pasa de lo que quepa en cincuenta palabras mal contadas; es decir, la espuma de cualquier cuestión. Iglesias dice que hay que fustigar, Errejón prefiere buscar amigos; aquél le echa en cara que con esa mentalidad perdieron un millón de votos en seis meses a lo que éste responde… ¿qué mas da?
Todo muy sustancial, mientras el movimiento surgido de las cenizas del 15-M parece desinflarse como suflé fuera del horno. Y es que el tiempo todo lo devora, tempus edax rerum que decía Ovidio y no precisamente tuiteando sino en su Metamorfosis, obra que pudo inspirar a pintores como Velázquez y Rubens, escultores como Bernini y a músicos durante siglos, los que van desde el Orfeo del barroco italiano Monteverdi hasta el concierto para oboe de Britten.
¿A dónde vamos con estos bueyes?