Acabará votado a Rajoy, o no; eso es lo de menos. Lo de más es su incapacidad para pensar más allá de su propia figura. Como si nada fuera con él, circula con una frivolidad sentenciosa sobre los intereses del país, incluidos los 3 millones de votantes que han situado a su partido en una posición interesante en el Congreso. Pero el partido es él, y él distribuye censuras y reproches a diestro y siniestro porque él es el centro. Esa es la almendra de su pensamiento. Lo demás, escenografía.
Le entrevista concedida por Rivera al ABC hace pensar en la futilidad de su pensamiento político, o mejor dejémoslo en su esquema mental. El Yo como medida universal lleva a expresar simplezas como que “Todo el mundo se tiene que mover en algo. Nosotros hemos hecho un ejercicio que creo que los españoles han agradecido. Ahora le toca al PSOE pensar qué tiene que hacer para esa abstención, pero también al PP.”
Qué movimiento ha hecho, aparte de girar sobre sí mismo, no es capaz de explicarlo; ni él ni los cuatrocientos mil votantes que perdió en seis meses.
Jugó a poner a Sánchez en la Moncloa, con su voto positivo, para lo que pidió a los populares su abstención. Pretendía entronizar un gobierno con 130 diputados sin ninguna capacidad operativa ante las reformas pendientes, dada la mayoría popular en el Senado. Hoy niega su apoyo a los populares con más escaños, 137, que los que él sumaba con los socialistas.
Con su apoyo franco contribuiría a instalar en el banco azul un gobierno estable, 170 escaños son suficientes, y más coherente que el que pudiera haber salido de su anterior compromiso con Sánchez, para el que no tuvo reparos. Y si habláramos en términos de votos populares, frente a los 9 millones de votantes en aquel involucrados, el posible acuerdo PP-C’s hoy estaría representando a más de 11 millones.
Pero no: “Mis votantes sabían que no apoyaríamos a Rajoy y no le vamos a apoyar. Y les dije que no entraríamos en un Gobierno con Rajoy y no vamos a entrar. Pero también dijimos que no íbamos a forzar unas terceras elecciones. Estamos ante una abstención para que España se ponga en marcha.” Escapismo de feria barata.
¿Complejo de derechas, o no saber cómo borrar el error de estigmatizar a Rajoy como excusa para su frustrada aventura con Sánchez? Trata de justificar aquel error de novicio diciendo ahora que no apoya la investidura del popular porque “no ha habido regeneración. Si el PP tuviera un candidato nuevo que no fuera el continuismo, podríamos hablar”.
Qué ridículo resulta cuando la realidad, la gente, ha revalidado al candidato Rajoy con setecientos mil votos más mientras cuatrocientos mil ciudadanos daban la espalda a este dispensador de credenciales.
A la postre la gente suele acabar poniendo las cosas en su sitio. Ciertamente Rajoy no es Churchill, como Sánchez no es González, ni Rivera se aproxima a Suárez. Pero es lo que hay y, como dicen en mi tierra, con estos bueyes hay que arar: los ajustes de todo tipo pendientes, la guerra sin cuartel abierta por el terrorismo islámico o la carga de los podemitas contra nuestra democracia: “Nuestro mayor reto es generar reglas institucionales, propias, que nos sirvan para no ser absorbidos por la normalidad del parlamentarismo.” Lo anunciaba Moruno, uno de sus pensadores de guardia.
Nada de ello es como para abstenerse tomándoselo a beneficio de inventario. Es hora de responsabilidades.