Fue la clave del debate a cuatro; un encuentro, por cierto, que no contribuirá a resolver las dudas de quienes queriendo votar aún no saben por quién. Cuando el socialdemócrata, preocupado por marcar distancias con el comunista, le reprochaba haber votado con los populares en contra su investidura, Iglesias no pudo contenerse y las pantallas se desdoblaron para enfrentar la imagen de Sánchez con su dolida faz mientras decía “te equivocas, que error, el adversario es Rajoy, Pedro”.
Todos contra Rajoy. Resulta significativo el número de alusiones que cada candidato hizo sobre sus contendientes, y no precisamente laudatorias. Rajoy fue mentado por Sánchez en 35 ocasiones; por Iglesias, en 24, y por Rivera, 23. Por su parte Rajoy fue más parco en alusiones personales; tan sólo 15 a Sánchez, 9 a Rivera y 3 a Iglesias.
Del cruce entre los demás destaca las 24 veces en que Rivera increpó a Iglesias, mientras Sánchez lo hizo en 16 ocasiones. Y entre Sánchez y Rivera, la calma: sólo 6 y 2 respectivamente. Queda bastante claro dónde están los intereses de cada cual y sus líneas fronterizas.
La tónica de todos contra el señor Mariano, como Iglesias dice, no le vino mal al popular. La demagogia de los niños famélicos, las desgracias de la clase media, el paro rampante y los empleos basura chocaba con la realidad que se percibe en la calle, eso que Sánchez dice que pisa, e Iglesias que representa. “Aquí no se viene a practicar; al Gobierno se llega aprendido”, cerró con autoridad el presidente en funciones el turno dedicado a la economía.
Echando mano del prontuario de frases célebres, en este caso del admirado Martin L. King Rivera se despidió diciendo que tuvo un sueño para España. A este hombre le pierden las frases hechas, los trajes ajustados y la pose para lucir su mejor ángulo al tiro de cámara, como Sara Montiel acabó imponiendo en sus películas.
El joven ciudadano hizo el trabajo sucio de Sánchez alanceando a Iglesias con los cobros de la Venezuela chavista, su independentismo en Cataluña y su aversión al euro y la OTAN, tan proclamadas como ahora ocultas. Y a Rajoy le espetó que “usted cobra sobres en dinero negro”, eso sí, diciéndole que él no le iba a llamar indecente, pero que reflexionase para dejar su sitio a otro.
Ninguno de los tres jóvenes aspirantes confesó con quién pactarían la formación de una mayoría de gobierno pero, eso sí, aseguraron que algo harían para que no se repitiese el latigazo de hace seis meses. Y a Rajoy le gustaría contar con que el PSOE y Ciudadanos permitieran gobernar a quien más votos alcance.
Durante dos horas quedó claro que Iglesias sólo busca, hoy, ser presidente de un gobierno de cambio, y Rajoy, facilitar dos millones más de empleos en la próxima legislatura. Ambos lo reiteraron a lo largo de todo el debate. Sánchez se desdibujó en banalidades y lamentos por su investidura perdida; sonreía de los nervios, quizá adivinando que el rival de la derecha se le estaba yendo vivo mientras el de la izquierda le marcaba su propia agenda. Rivera se preocupó de quedar bien consigo mismo.
Así pasó la cosa; menos mal que fue Piqué quien salvó a España en la Eurocopa 2016.