Menos mal que no lo es, y ojalá siga sin serlo. Anda sobrado de insolencia el candidato que el PSOE sigue manteniendo en el candelero, pese a secretas entrevistas que traspasan las líneas rojas que le impusieron, o su búsqueda de apoyos por activa o pasiva, entre los pecheros de regímenes tan singulares como el bolivariano o el iraní. Nada le arredra, esparce demagogia como el sembrador echa al viento la simiente de la cosecha que anhela. Ayer tocó el asunto de los refugiados.
Para quien aspira a lo que dice aspirar el tal Sánchez la faena resultó una antología de despropósitos. Sólo cabe interpretarla en clave electoral. Y concretamente, para achicar votos a los podemitas, difícil adversarios por otra parte quienes hacen de la demagogia la suprema arte.
Superando las ocurrencias de aquel Rodríguez Zapatero, el personaje llegó a extremos tan pintorescos como embarcar en una campaña internacional a todo el país, desde el Gobierno de la Nación hasta el último Ayuntamiento, Comunidades Autónomas, Academias y bancos, Iglesias y demás ONGs, todos a una para explicar al mundo las ventajas de España como punto de acogida. No de inversiones, capítulo que arruinan los munícipes surgidos del entendimiento entre socialistas y podemitas, sino de perseguidos y oprimidos.
Una especie de road show para atraer a quienes vienen mostrando altas reticencias a establecerse aquí, que por algo será. Tal vez engrosar las filas del paro no sea la mejor opción para quienes manifiestan a gritos que lo suyo está en otras latitudes.
“España sólo ha recibido a 18 refugiados, y eso es una auténtica vergüenza. Están deslumbrados por Alemania y países nórdicos”. “La solidaridad -ha añadido- nos exige ir a buscar a los refugiados. Sí, eso es lo que yo haría si fuera presidente del Gobierno.»
Escuchar su intervención en el Congreso producía vergüenza ajena, que no en balde pasa por liderar el segundo partido de España, lo que no deja en buen lugar el nivel de nuestros dirigentes.
Si yo fuera presidente… “Hay que ir a buscar activamente a esos 18.000 refugiados que nos hemos comprometido a acoger y no esperar a que Turquía cobre por retenerlos o Alemania estalle en conflictos por acogerlos. Eso es lo que yo haría inmediatamente si fuera presidente del Gobierno”.
Así piensa, así habla, así actúa Sánchez, un señor que quiere ser presidente. Para “convertir a España en un país de acogida.” Parece increíble que los cuarenta y siete millones de españoles no hayamos caído en cuenta de que nuestro gran problema, “una gran vergüenza”, es que sólo hayan llegado 18 refugiados.
Naturalmente ni una palabra sobre quién pagaría la cuenta. Ni tampoco de otras cuestiones por las que sí muestran mayor interés los ciudadanos. En qué empleos se ganarían la vida los refugiados; qué educación recibirían para poder circular libremente el día de mañana por el territorio nacional hablando una misma lengua; qué sistemas de integración desarrollar para no acabar generando los guetos que rodean París y otras ciudades europeas… De todo ello no se habla cuando realmente se ignora lo que significa gobernar una Nación en democracia, ser Presidente.
¿Realmente los españoles merecemos esto? Extraños apoyos busca quien dice ir a visitar al presidente de la Generalitat para realmente almorzar con Junqueras, el independentista republicano catalán; o visitar la sede de la UE en Bruselas para pedir a Tsipras que interceda ante Podemos.