A eso lleva la que Sánchez armó en el debate frente a Rajoy, a que un imbécil más profundo pase a las cuarenta y ocho horas de la calumnia al porrazo. Y lo más asombroso es la jeremiaca solidaridad del socialista con el agredido: “En nombre de todos los socialistas y el mío propio, le traslado mi solidaridad y condenamos la agresión”.
¿Usted se imagina su seguridad, o su cartera, en manos de un personaje para quien no hay más agresiones que las físicas, de un político que adopta una conducta hostil para causar daño sin mediar provocación alguna? Pues así es este Sánchez; el atentado contra el buen nombre, la calumnia, la injuria, la demagogia o la mentira como instrumentos de derribo no constituyen agresiones. ¡Qué ejemplo el del líder de eso que siguen llamando partido socialista! Y qué ocasión la de su refundador Felipe González para callarse aquello de que “Rajoy tiene la piel muy fina”.
El imbécil que le agredió tal vez sólo quería comprobarlo personalmente. No resulta extraño que, tras ser reducido, el salvaje repitiera algo muy parecido a lo que el candidato Sánchez reiteró tras el debate: «Estoy muy contento de haberlo hecho«.
Mal anda el país en el que cualquier indocumentado puede saltar libremente a la arena política y poner en riesgo a la sociedad. Alguna precaución quizá fuera aconsejable; se toman en la fiesta nacional. No hay barreras en ninguna plaza capaces de abortar el salto del espontáneo que se arroja al ruedo con un trapo rojo bajo la camisa. Busca fama, fortuna y ser admirado; y aunque sólo él corra peligro, en cuestión de segundos es sacado de escena.
En el caso de los políticos no hay primarias que resuelvan el control de solvencia: Zapatero, Sánchez… Habría que profundizar por la línea de lo que Metternich y Clemenceau dijeron de la guerra y los generales; la selección política también es asunto demasiado serio como para dejarla en manos de las cúpulas partidarias.
Cretinos dispuestos a atentar contra personas los ha habido y hay aquí y en todas las latitudes. El que ayer propinó un puñetazo a Rajoy en las calles de Pontevedra llevaba propaganda del mundo podemita; no es eso tan significativo como el hecho de que dos días antes su víctima fuera señalada con el estigma de la corrupción: indecente.
Sánchez, apúntatela, anda. ¿Solidaridad? Vamos hombre…