Que el general (reserva) J. Julio Rodríguez, jefe de los ejércitos que gustaba a los socialistas, haya fichado por Podemos es noticia. De JEMAD con el segundo gobierno Zapatero a ir de número dos en la lista de los antisistema para Zaragoza hay todo un mundo. ¿O no?
Considera Rodríguez que “Podemos representa ese cambio que la sociedad pide para un país mejor, y como patriota que me siento creo que puedo contribuir de alguna manera con las ideas de Podemos, que son las que desde mi punto de vista aportan esa democracia real«.
En sus manos tuvo el mando de la defensa nacional hasta el 30 de diciembre de 2011, con Zapatero en la presidencia y en el ministerio de Defensa Carmen Chacón, que al conocer la noticia ha comentado hoy que el general “es un profesional excelente, es un colaborador leal, no lo podría decir con más énfasis ni con más rotundidad”.
Rajoy lo cesó a los diez días de tomar posesión de la Presidencia. Fue uno de los primeros decretos del gobierno popular.
El fichaje, por sus ribetes de espectacularidad, recuerda aquel otro del juez Garzón que de magistrado de la Audiencia Nacional pasó a acompañar a Felipe González como número dos en la candidatura al Congreso por Madrid. Los buenos oficios de José Bono, entonces presidente de Castilla-La Mancha empujaron la puerta giratoria por la que el juez prevaricador pasó en cosa de un par de meses del tercero al segundo poder del Estado. Y al no llegar al primero, pidió a González ser ministro, volvió por la misma puerta a la administración de Justicia.
Se desconoce quién haya podido oficiar de casamentero entre Rodríguez e Iglesias; acabará sabiéndose, aunque el aviador ha confesado que ha sido cosa suya. Como presidente del foro Milicia y Democracia, un apéndice de la UMD de militares progres en el tardo franquismo, dice que se puso en contacto con los indignados para asesorarles en cuestiones de defensa ante las elecciones al parlamento europeo.
¿Un infiltrado en la extrema izquierda? Parece que no. Sus manifestaciones sobre cómo resolver la sedición de los separatistas catalanes han sentado a sus congéneres como patada en las partes blandas. Al oír que el problema se soluciona políticamente, “con propuestas que enamoren y paciencia”, pero no con la Ley, se preguntan dónde quedaron los innumerables juramentos y promesas que el general hizo a lo largo de su carrera.
Espíritu de disciplina parece que no le falta; eso sí, ahora a las consignas del partido que arranca con este fichaje los fuegos artificiales, las balas de oro dice Iglesias, con que piensa animar su campaña y castigar la del vecino socialista. No parece lo propio de los adalides de la renovación, pero en fin, es lo que últimamente da el país a lo largo y ancho de su espectro político: fuegos fatuos.