En las elecciones municipales los populares alcanzaron ayer seis millones de votos, cuatrocientos mil más que los socialistas; en porcentaje, veintisiete contra veinticinco. En términos de concejales, dos mil más. Fueron los más votados en 3.415 municipios, de ellos con mayoría absoluta en 2.762. En el caso del PSOE esas cifras fueron 2.469 y 1.934 respectivamente. La suma de lo conseguido por el resto de las formaciones, incluidos los emergentes, alcanzó un total inferior al registro del PP. Y, sin embargo, cabe decir que los populares han perdido las elecciones en que se juega el poder local.
Es una de las paradojas de nuestro sistema electoral. Más allá de las listas cerradas y demás efectos de la partitocracia instaurada, estas elecciones ponen de manifiesto la singular paradoja de que el ganador puede salir como perdedor. Sobre todo cuando uno se empeña en correr en solitario, y en los otros se acaba imponiendo el afán de desalojar al ganador por encima de cualquier otra consideración.
El poder local es una de las palancas decisivas para la articulación de una mayoría nacional. Así lo han venido demostrando las sucesivas alternancias que se produjeron en su seno, luego trasladadas al gobierno de la nación. Esa posición está a punto de perderla el PP si enfrente se coaligan las llamadas fuerzas de izquierda, con la colaboración o no de alguna otra bisagra, caso de C’s, con ganas de participar en el reparto de los presupuestos públicos.
La pérdida de ese poder local que hasta ahora los populares han ejercido en los últimos años podría convertirse en una trampa para los socialistas si no sopesan convenientemente los efectos de una alianza con los rivales que les han crecido en su propio hemisferio. La fuerza con que Podemos ha irrumpido en dos lugares tan sintomáticos como Madrid y Barcelona, es como para temer que lo que hasta ahora han arañado en el granero socialista no sea más que el aperitico de lo que pueden terminar comiéndose. Y parándonos en Madrid, ¿no dice nada a la dirigencia socialista que el PP les haya doblado en votos municipales, tanto en la provincia como en la capital?
Podemos no es la IU con que venía gobernando Susana Díaz en Andalucía. Las urnas han revalidado que los antiguos comunistas han pasado a mejor vida a manos de estos depredadores con disfraz de indignados. Supongo que gentes experimentadas, como Felipe González, Joaquín Leguina y tantos más, alertarán al inexperto Sánchez del peligro de caer en la tentación de hacer realidad lo que ya anunció durante la campaña, todos contra el PP, y ayer proclamó: vamos a articular gobiernos progresistas en ayuntamientos y comunidades.
El bipartidismo no ha muerto pero queda a merced de lo que sus protagonistas puedan hacer con los resultados ayer obtenidos. Los populares ya han perdido lo suyo a manos de C’s y de la abstención. Que los socialistas sigan siendo depredados por los Círculos y demás archidiócesis de Podemos dependerá de su exposición al contagio.
Lo demás, anécdotas; como la fatua proclamación del triunfo que se atrevió a hacer Mas, habiendo perdido cien mil votos y quinientos concejales, además de la alcaldía de Barcelona. Así siguen escribiendo su historia…