Decía Rajoy en un acto público en La Granja, que las preguntas que le hacían en sus últimos viajes venían a ser el polo opuesto de lo que tenía que oír hace un par de años. Entonces le preguntaban “cuándo van a pedir el rescate”; ahora es “cómo es posible que en dos años hayan pasado de ser el farolillo rojo de Europa a encabezar el crecimiento económico del continente, y el que más empleo está creando, cuando hace poco era el que más empleo destruía”.
Se ve que la distancia permite ver el bosque, lo que no siempre nos es dado a quienes miran tan cerca que los árboles les impiden verlo. No hay nada como poner oídos a conversaciones informales entre parroquianos que han salido a la puerta de un establecimiento para echar un pitillo, o sentados en la fila de atrás de un teatro cualquiera, valga el madrileño de La Zarzuela en la noche del sábado.
El vecino entretenía la espera comentando la actualidad a su acompañante. No dejaba títere con cabeza. Los de la coleta eran unos comunistas irredentos que querían ponernos a la altura de Cuba o Venezuela, decía tan arrebatado como denunciaba a continuación las mentiras de los populares, esos que dicen que la crisis ha pasado cuando aquí lo único que ha ocurrido es que gracias a que no hay inflación podemos seguir viviendo aún ganando menos que el año pasado. De los socialistas pasó por encima como si de una especie a extinguir se tratara.
Pocas horas más tarde, puerta del hotel en que se alojaban los futbolistas del Villareal que hundirían a los atléticos en la tarde del domingo. Un pequeño grupo de fumantes comentaba a la vista de los leones del Congreso de los Diputados, “qué vergüenza da pensar que ahí dentro se está jugando el futuro del país”.
¿Fachas, rojerío? Qué importa. Lo relevante es la incapacidad de los responsables de la conducción del país para hacer real la realidad, con perdón. Mal está que quienes saben de las cosas se vean forzados a negarlas por una torpe concepción del papel de la oposición. Podrían acabar pagándolo en votos si sus adversarios acertaran a descorrer el velo que tiene oculto lo único que el país ha ganado en estos dos últimos años, lo de la macroeconomía.
Aplanar los ánimos del común, barrenar sobre los históricos complejos de inferioridad que los españoles cargamos sobre nuestras espaldas, es malo para todos. Y para todo. Recuperar la confianza requiere luego poco menos que un milagro, como el que iluminó la Transición del franquismo a la Democracia. Un milagro y un afán común de superación para alcanzar un horizonte compartible. Pero entre que los milagros no abundan y que los actuales dirigentes parecen más prestos a partir que a compartir, no se vislumbra ese horizonte . Más sencillo es ver la realidad y cuán pocos la reconocen.
¿Por qué no explicar, razonar, dialogar, anunciar la realidad directamente al personal y no sólo bajo el paraguas del partido?
Dice VD. «¿Por qué no explicar, razonar, dialogar, anunciar la realidad directamente al personal y no sólo bajo el paraguas del partido?»
Le contesto: Porque no les hace falta mientras se elijan entre ellos mediante las listas electorales. Cambiar el sistema electoral para elegir personas una por una y no listas es esencial. para después pedirles responsabilidades. Así se podría hacer que el político que no «explique, razone, dialogue ..» ¡a la calle!
Cambiar el sistema electoral se puede si empujamos todos en esa dirección. ¿Se anima?