Rubalcaba, por dentro

Rubalcaba, adiós a la política

Rubalcaba, adiós a la política

Y llegado el solsticio de verano el diputado Alfredo Pérez Rubalcaba, Solares, 1951, anunció su retirada definitiva.

Cumplida la última misión; hasta aquí hemos llegado. Conseguí mantener la lealtad institucional en el cambio del titular de la Corona. El partido está abierto hacia un Congreso indomesticable. ¿Por qué haría caso a Madina en lo del voto de los militantes? Avales de la militancia, voto de la militancia… ¿para qué pues el voto de los delegados al Congreso; dónde estamos llevando la democracia representativa si no lo practicamos ni en el seno del partido? Los tres candidatos no son garantía de nada, los conozco. Me conformaría con que no nos saliera un nuevo zascandil. Pero yo… cualquier cosa menos quitar o poner sucesor; lo que faltaba. Sólo yéndome del todo el PSOE podrá cerrar el paréntesis que ha supuesto la era Zapatero. Quién recoja los restos de tantas ocurrencias ya poco me importa. Tal vez Sánchez podría ser el más temperado. Pero no sé. A veces parece que es de los que dicen lo que la audiencia quiere escuchar. Lo de Cataluña nación, qué barbaridad; todo por ganar un puñado de avales. Tiempo tendrá de arrepentirse.

La política es una larga carrera; no son los cien metros que yo hacía en once segundos, es un maratón en el que no caben alegrías. Hay que mirar lejos, por encima de los obstáculos y no equivocar el paso. La prudencia es mejor compañera que las urgencias. Si sabré yo de esto, que por atajar la crisis de los compañeros catalanes caí en la trampa federal, como si así hubiera podido salvarlos de la debacle. La del PSC y la del partido entero; dos millones y medio de votos perdidos hace un mes… Cuánta verdad encierra aquello de que las victorias tienen muchos padres y las derrotas sólo uno. Ese soy yo, el primero de la fila durante estos dos años y medio. Por eso me voy. ¿Quién no comete errores? Empezando por el principio, aquel Congreso de Sevilla. Pero no era fácil integrar a todos en la reconstrucción del partido; pude haber sumado mejor a los que iban de renovadores, quizá. Todo es posible visto a toro pasado. Pensé en que acabaríamos antes yendo a paso ligero, sin distraer la atención en cuestiones domésticas. Con una oposición dura en las formas. Eso nos haría reconocibles. No dimos con el tono.

Teníamos encima el estigma de la herencia que dejamos al salir del Gobierno. Aquellas elecciones de noviembre del 11. Más de cuatro millones de votos y cincuenta y nueve escaños perdidos. No éramos creíbles, ese ha sido el gran problema. Y lo sigue siendo. Hemos entrado en otro tiempo. Ya no nos creen. Hasta la Iglesia lo ha visto venir. Y el Rey. El relevo generacional. El carisma. Pero ¿qué España queremos, cuál es el mensaje? De esto nadie habla; los gestos no dan mucho de sí. Ya no entiendo nada de lo que oigo: más socialismo, recuperar la izquierda, república, federalismo. Me gustaría oír más de justicia y de igualdad y de empleo y de partidos abiertos con listas abiertas y de transparencia y de limpiar España de corrupción y de cumplir las leyes y de solidaridad entre pueblos y regiones. ¿No era todo esto de lo que hablábamos cuando los jóvenes éramos nosotros? Era lo que nos unía, a los socialistas y al resto de los españoles. Ojala los que están llegando vuelvan a conseguir otro milagro español. Yo y tantos  como yo ya hicimos el nuestro.

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