El memorial de agravios que ayer publicó la Generalitat de Mas es la mejor expresión de la irresponsabilidad fiscal con que operan las autonomías. El sistema se ha hecho perverso, es decir, ha pervertido el funcionamiento ordinario de toda administración, pública o privada.
La del gobierno catalán, por ejemplo, está volcada al gasto; de los ingresos necesarios para soportarlo ya proveerá el Gobierno central, piensan los de la Generalitat. Y no les falta razón en la medida en que la Hacienda española recauda y posteriormente distribuye. Aspirar a lo mejor de lo mejor en todo, desde la sanidad hasta las comunicaciones por tierra mar y aire pasando por la educación y la seguridad tiene sus costes; poderlo pagar es otro cantar. Ciertamente, otro gallo cantaría si los impuestos necesarios para cubrir sus gastos tuviera que establecerlos y cobrarlos el gobierno de Mas a sus conciudadanos. Si en las circunstancias actuales no es capaz de cerrar un presupuesto… Y no pasa nada porque, al final, siempre está Madrid.
La deriva que están siguiendo los actuales agentes políticos del principado no encaja en la idiosincrasia del catalán. No fue despilfarrando como cuajó hace siglo y medio su peculiar tejido industrial y comercial. Cierto que hubo excepciones, Banca Catalana o el Banco de los Pirineos en el sector financiero. Como no es menos cierto que durante siglo y medio largo han tenido el favor de los gobiernos centrales ocupados en proteger sus textiles gravando importaciones, como desgravando a los exportadores, aunque algunos, como Vilá Reyes y sus telares sin lanzaderas resultaran carísimos. Así ha sido en todas las circunstancias, con la monarquía, las dos repúblicas y las otras tantas dictaduras.
La anunciada publicación de las llamadas balanzas fiscales es un sin sentido dentro de nuestro sistema constitucional; tal vez aporte un poco de seriedad al asunto aunque no aplacará las exigencias de los separatistas. Lo que sí conseguirá esa radiografía del sistema circulatorio de los dineros públicos es levantar ampollas en muchas otras regiones cuyos habitantes tomarán definitiva conciencia de que el que no llora no mama.