Tras el dislate que supone haber tenido tantos años a Bárcenas en el despacho de al lado, no haber cedido al chantaje es lo único que Rajoy puede esgrimir frente a la moción de censura con que los socialistas animarán el cotarro.
Mucha razón asiste a quienes opinan que los populares lo están haciendo rematadamente mal. Pero tampoco sería de extrañar que el tiempo terminara por avalar su dontancredismo visto con quién se la están jugando.
Las terminales del chorizo destilan con puntual precisión la cicuta cultivada para su represalia. Lo hacen en nombre del derecho a la información, pero se demoran en difundir la que poseen el tiempo necesario para mejor cumplir los objetivos del autor de la trama. Lo hacen en nombre de la honradez, aunque siguen los hilos de un golfo sin freno. Lo hacen en nombre de la transparencia, aunque no muestren excesivo interés por desvelar de dónde salieron los 48 millones que atesora el residente en Soto del Real.
¿A quién podría ocurrírsele conservar durante meses, años incluso, mensajes telefónicos intercambiados con su jefe, presidente del partido y luego del mismísimo Gobierno de España, si no es para usarlos como munición en caso de hostilidades?; dicho de otra forma, como elementos de extorsión. O de simple presión para obtener trato favorable ante cualquier pesquisa, como efectivamente hizo al pedir que le quitaran de enfrente a la policía, las fiscalas, incluso al puntilloso magistrado instructor.
Pensar en que con el paso del tiempo pudiera necesitar arma tal define la catadura del personaje, incluso una mala conciencia inicial que echa por tierra cualquier consideración respetable.
Los hechos parecen demostrar que estuvo esperando auxilio durante el tiempo en que negaba todo lo que ahora avienta. Incluso echó en saco roto la querella que recibió de parte de la secretaria general del partido, su antigua jefa directa. ¿Quién va a osar enfrentarse al tesorero, al hombre que mejor conoce las tripas de cualquier organización?; ya vendrán a mí, pudo estar suponiendo durante dos años. Pero no ha sido así.
Y tal vez sea esa la única baza honorable que pueda exhibir el equipo popular enfrentado al más turbio asunto en que pueda verse inmersa la comisión ejecutiva de cualquier organización.
Será interesante aclarar de dónde salieron tantos millones como Bárcenas guardaba a buen recaudo. Hoy por hoy parece obvio que distrajera para sí parte de los maletines con donativos “anónimos” que, según cuenta, llegaban a Génova, 13. Fácil empresa si tales fondos no se registraban en la contabilidad del partido y, puestos a delinquir falseando cuentas públicas, ¿por qué no cobrarse una compensación por lo que pudiera pasar? El viejo arqueo trucado del “uno para ti, dos para mí…”
El punto está en el quantum. No parece sencillo atesorar 48 millones de euros escarbando en los paquetes de benefactores, corruptores y demás paseantes en cortes para tomar un poco de cada entrada por la puerta falsa. ¿De dónde pues los sacó? Empecemos por el principio.
Admitamos la mayor, aunque credibilidad y honor no son cualidades intercambiables. Alguien muy poco honorable puede sostener afirmaciones mas verosímiles que alguien muy honorable. De la declaración de Bárcenas de hoy hay algunas cosas -por emplear términos de Rajoy- (las de las fechorías antiguas, la contabilidad B del partido de Aznar, los sobresueldos para nuestros mal pagados políticos, etc.) que son verosímiles; y otras que suenan increíbles, como la entrega de sobres de mucho a bulto a Rajoy y Cospedal durante el año 2010 ( me las explico mejor pensando que tienen como objetivo llevar el asunto al Tribunal Supremo).
Pero admitamos la mayor, que todo lo que dice Bárcenas, el tesorero de los 48 millones en Suiza, es falso.Quedaría un par de cosas ciertas. Rajoy le propuso para tesorero en el congreso de Valencia y le envió mensajes de ánimo, después de que se descubrieran sus millones en Suiza, nunca incluidos en las declaraciones de patrimonio que, como senador por Cantabria, le correspondían. El dislate del que hablas al comienzo de la entrada. Ese metedura de pata ¿no es suficiente, por sí sola, para que el Sr. Rajoy dimita, al menos, como presidente del Partido Popular?.
Un error de tal calado es suficiente para dimitir de la responsabilidad que le han confiado sus compañeros de partido.
Pues aún no.