He escrito en más de una ocasión que uno de los tumores de la partitocracia es la existencia en los partidos de esas organizaciones juveniles, o de juventudes, donde comienzan a estabularse quienes con los años van ascendiendo por la cucaña propinando patadas hacia abajo y con los codos bien abiertos para que nadie más entre en la liza. Ese es el origen de buena parte de los actuales responsables de muchos partidos políticos, nacionalistas, populares, socialistas, comunistas, batasunos y demás. Así ha llegado la política a ser vista como una profesión de la que vivir.
Pero las excepciones merecen la pena, y José Antonio Monago es una de las más notorias. Tan original es su proceder que gobernando en minoría una comunidad, de las más pobres de España, acrecienta su aceptación ciudadana y se hace un nombre nacional.
Subió a la presidencia de su región con el cartel de bombero profesional y el apoyo pasivo de los comunistas extremeños, hartos de veintiocho años de gobiernos socialistas. Nadie daba un duro por su permanencia, pero el maestro y doctor en Derecho por Salamanca, que también lo es y con sobresaliente, se dispone a renunciar a una porción del IRPF que a su comunidad corresponde después, eso sí, de haber rebajado su déficit como pocos lo han hecho.
Llama a la seriedad a su colega catalán –“provoca fisuras con el resto de España, no consigue su objetivo de independencia y quien se beneficia es un compañero de viaje que en el fondo es un adversario”- . Y no dice las simplezas que cursan con pertinaz empeño en la política española.
Dejar en los bolsillos de sus vecinos una parte de los ingresos que a su gobierno correspondería administrar lo defiende como la cosa más natural del mundo cuando la región tiene un 35% de paro y la renta más baja del país. Además estudia transformar los bonos solidarios para familias sin recursos en una modalidad de tarjetas de crédito con que comprar alimentos, evitando las colas en los centros asistenciales y, de paso, dignificando a las personas necesitadas, según explica.
No es un verso suelto; los 28 años que lleva de pepero, entró a los 19 en las juventudes, no le han lobotomizado como a otros. Simplemente, se manifiesta con libertad. Dice que las películas hay que verlas enteras, no fotograma a fotograma; que la del Rey es de Oscar, que el programa de Rajoy era para cuatro años y que los jarrones chinos son referentes a escuchar, y punto.
Talantes así son los que podrían sacar las castañas del fuego en que se torran los grandes partidos. Y los chicos también. ¿Llegarán a abrirse paso?