Reaccionarios a fuer de socialistas

Rubalcaba con Griñán... y los comunistas

Muchas vueltas ha dado el mundo desde aquel “soy socialista a fuer de liberal” con que Indalecio Prieto quiso definirse en Bilbao hace 91 años. No hacía aquel pronunciamiento a humo de pajas. Llevaban más de un año debatiendo los socialistas entre seguir a la revolución soviética o permanecer en la II Internacional. Tres Congresos dedicaron a la cuestión que terminó como el rosario de la aurora. Las Juventudes Socialistas decidieron seguir a Lenin y el PC español celebró su primer congreso en marzo de 1921. Fue justamente entonces cuando Prieto pronunció en El Sitio su conferencia “La libertad, base esencial del socialismo”.

El director del diario “El Liberal” y en la sociedad liberal por excelencia de Bilbao, creada al socaire de la última guerra carlista, fijaba las posiciones de un socialismo que acabó arrollado por el colaboracionismo de Largo Caballero y otros con la dictadura de Primo de Rivera primero, y asfixiado luego tras la revolución de Asturias en los años republicanos.

Y en El Sitio, cuyo tradicional emplazamiento, el llamado Palacio de las Libertades, alberga hoy la Biblioteca Municipal bilbaína, Prieto ilustró su tópica frase en los siguientes términos: “Soy socialista porque entiendo que sin la plenitud de la libertad económica es imposible que en la vida real se dé la plenitud de la libertad política”.

Casi medio siglo hubo de pasar para que el PSOE volviera a jugar en una democracia el papel que corresponde al socialismo tras la guerra fría que siguió a la caliente de los años cuarenta. Felipe González optó claramente por una vía, la del pragmatismo. Suyo es aquello de ser neoliberal, liberal, socialdemócrata, socialista o conservador está ya vacío de significado.

Entre Anthony Giddens y Philip Pettit, los gobiernos de González se sintieron tan a gusto con la tercera vía del sociólogo británico como encantado estuvo el gobierno Zapatero con las lecciones del politólogo irlandés recriado en Australia. En qué está el socialismo actual, en qué anda el equipo de Pérez Rubalcaba o el del flamante presidente de Andalucía, es harina de otro costal.

Desde la oposición, los socialistas han dedicado lo mejor de su tiempo a oponerse a todo tipo de reformas; todas han merecido el rechazo de sus dirigentes sin más argumentación que el recorte de derechos ni otra salida que el apoyo a las manifestaciones callejeras. Malo es que siga vigente aquello de “reivindiquemos la política frente a la gestión” con que se identificó el último gobierno socialista que el mismo Rubalcaba vicepresidía.

Yendo a Andalucía, las primeras palabras de su presidente no permiten augurar nada bueno. El señor Griñán está maniatado por sus socios de coalición y pasará buena parte de su tiempo siguiendo por el retrovisor las investigaciones judiciales sobre su gobierno y los anteriores socialistas. El pequeño “frente popular” con que ha burlado su derrota en las urnas se constituye de entrada en bastión anti reformista –lo que tengamos que hacer será por imperativo legal– . Dará que hablar. No hay que descartar que juegue a ser intervenida.

Reaccionarios a fuer de socialistas. Es lo que cumple a Griñán anunciando en el siglo XXI un banco público andaluz de la mano de los comunistas que Prieto puso en su sitio hace poco menos de un siglo, y al Rubalcaba que califica los cambios y recortes de “sadismo político”. A ellos les queda el consuelo de ser superados en eso de la reacción por sus socios y agentes sindicales. A nosotros, sólo el lamento.

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