“No es difícil modernizar las cosas, lo que cuesta es hacerlas contemporáneas”, decía el editorial de Mingote en ABC hace un par de días. La póstuma observación del marqués de Daroca viene al pelo a la hora de calificar lo que pasa.
Por ejemplo, el sistemático obstruccionismo del partido socialista. No se sabe qué puede dar más pena si las bobadas que emite Valenciano enjuiciando la política anticrisis del Gobierno o ver a Chacón, la exministra de Defensa y aspirante a regir el partido, en la manifa contra la reforma laboral de la pasada semana.
La modernidad ya no es lo que era. Bastaba antes arremeter contra el franquismo, correr delante de los grises por las Gran Vía de Barcelona y Madrid, o dejarse crecer barba para ponerse a la page, para modernizarse después del medioevo franquista. Estaba tan alcance de cualquiera que aún perduran imágenes de actuales prohombres embutidos en sus antiguos trajes de pana. Pero Franco murió, el marxismo también, y pasaron la escuela de Frankfurt, Habermas, Althusser, Lukács, hasta el mismísimo Chomsky. Y de los polvos de aquella modernidad salieron las referencias del mundo de hoy.
La contemporaneidad es mucho más flexible que todo aquello, no sabe tanto de carnets y militancias como de ecuaciones y sentido común; de interrelaciones y de corresponsabilidad.
¿En qué topan los dirigentes socialistas para sentirse corresponsables de la salida de la crisis agravada por las torpezas de su reciente gestión? Sus maneras recuerdan demasiado a las de aquel soldado del “hoy no como rancho, que se joda el capitán”.
En su medio siglo largo en las páginas del ABC, Antonio Mingote dejó hitos colosales del proceso vivido por los españoles desde la España de 1953 a la actual. Desde aquellos viejitos enlutados del “Desengáñate, al cielo lo que se dice al cielo iremos los de siempre”, hasta el niño con papá: “-¿Qué es gobernar? –Tratar de impedir que gobiernen los otros”. Pasando por aquel inefable “Vota a Gundisalvo, a usted qué más le da”.
Es la sensibilidad de los genios como el que hoy se ha ido. Gracias, Antonio.