Para los lectores no supondrá novedad el fallo del Constitucional sobre Bildu. El Gobierno ha usado y tirado como un kleenex al Tribunal Supremo, a la Abogacía del Estado, a su Fiscalía, a sus fuerzas de seguridad e inteligencia… en fin, a todo dios. Con el único objetivo de seguir hasta el año que viene con el PNV haciendo de lazarillo. Ayer lo adelantamos aquí, en el post que sigue: “Gobierno y Congreso se divierten”
Rubalcaba, mascarón de proa, gesticulará ahora con la misma impostada firmeza que ha venido empleando para convencernos de que Bildu está contaminada por ETA; o sea, de lo contrario. Al cántabro sólo le queda un paso: renunciar a las primarias. Porque una de dos, o Zapatero le tenía engañado, o él mismo es el autor de la pantomima representada por el Gobierno durante las últimas semanas.
En la primera hipótesis, la vergüenza torera que a un cántabro hay que suponer le obliga a mandar a la porra a esta gente, como Rajoy llamó el otro día al zapaterismo. En la segunda, sería esa gente la que tendría que acabar con él; por falso. Podrían organizar manifestaciones, redactar manifiestos, incluso apelar al Constitucional -ya puestos- para proclamar heredero de ZP a cualquiera, Pajín, Aido, Cerolo, Chaves mismo; cualquiera que no llegue a tales extremos de crueldad.
En cualquier caso, y ya en serio, el Constitucional se ha ciscado en las pruebas policiales, en la sentencia del Tribunal Supremo, y en la opinión pública mayoritaria en el país.
Esta batalla la han ganado Zapatero, que se lo prometió a Urkullu, y ETA.
La han empatado el PNV, presunto conseguidor de un espacio que le resta potenciales votos y da aire al Gobierno Zapatero para que el recreo siga; y EA, partido nacionalista libre de sospecha, ciertamente, pero que al dar cobijo a los etarras habría quedado fuera de juego.
Y la ha perdido la razón. Una más.