Zapatero en Túnez

Cansado de llegar siempre tarde, Zapatero quiso ser el primer cristiano en poner pie en el nuevo Túnez. Con tantas prisas que apenas dió tiempo a que tomara posesión el nuevo primer ministro, el anciano Beji Caid Essebsi. Su predecesor apenas se mantuvo veinte días en el cargo.

Aprovehó el viaje el español para rendir un nuevo homenaje a su abuelo, fusilado por Franco, dijo una vez más, y otro a su propia persona: “No sabeis cómo se puede disfrutar de la democracia. En mi caso hasta he llegado a ser presidente del Gobierno”. ¿No es maravilloso? La ingenuidad del personaje -dejémosolo ahí, en ingenuidad- es admirable.

No aclaró si el hecho de haber llegado a la presidencia de un gobierno europeo es debido a las virtudes o a las carencias de nuestra democracia; en todo caso lo citó como algo milagroso, es decir, increíble. La ocurrencia recuerda aquella otra del que enterado de que su hermano acababa de ser nombrado ministro por Franco corrió a poner un telegrama a casa con escueto texto: “Mamá te lo juro. Cirilo ministro”.

También hizo algo más; proclamar que el mundo no tolera a Gadafi. Sólo habían pasado tres años y un par de meses desde que le recibía en vista oficial a España como un elemento estabilizador de ese mismo mundo, y paseaba con él de la mano por los patios del palacio de El Pardo.

Pero, sobre todo, Rodríguez Zapatero enterró su gran aportación a la política occidental, la Alianza de las Civilizaciones. Lo hizo dictando los elementos que definen la democracia: Estado laico, elecciones libres, separación de poderes, libertades civiles y demás principios de manual de Derecho Político al  uso en cualquier país occidental. Hasta les pasó la receta de los pactos de la Moncloa. Lástima que el cursillo lo diera despues de afirmar que no llegaba para dar lecciones a nadie.

Las ocurrencias es lo que tienen. Después de seis largos años denostando desde la presidencia del Gobierno la transición española en Túnez se transformó en su abanderado. No consta que alguno de sus interlocutores le preguntara si merecía la pena embarcarse en un proceso como aquel para que al cabo de treinta años otro adanista tunecino llegue a aquel gobierno y los ponga a caldo tratando de reinventar la historia. En fin, que el ejemplo español les ayude a aprender.

 

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Posted jueves, marzo 3rd, 2011 under Política.

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