En cuarenta y ocho horas quienes tienen capacidad militar han activado los resortes para liquidar a Gadafi, que de eso se trata. Más allá de los efectivos convencionales, aviones, navíos, cohetes, etc., esta guerra, como casi todas, la ganará un arma fundamental: la inteligencia.
Ayer el gobierno libio dio todas las facilidades para que cámaras de televisión occidentales dieran testimonio de los efectos causados por misiles presuntamente llovidos sobre un edificio de su centro de operaciones militares. Y curiosamente tenían como invitado, al pié de donde dicen que suele residir el caudillo, al corresponsal de la cadena norteamericana CNN, Nic Robertson. ¿No resulta extraño?
La estrategia de la intervención aliada parece doble. Además de inutilizar los sistemas de defensa aérea y aerodromos libios, primeros objetivos declarados, los ataques persiguen romper algo más intangible: la moral de las fuerzas que rodean al sátrapa. Según informaciones, ya se habrían cortado parte de las líneas de suministro que les abastecen, lo que unido a la contundencia de los ataques aéreos y la lluvia de Tomahawks podría inducir a la deserción de parte de sus efectivos, comenzando por los subsaharianos. De hecho ya se han producido manifestaciones de oficiales pidiendo a los mandos superiores el cese de las hostilidades.
Resulta curioso que cada aliado tenga un nombre clave para la oprración. Para los norteamericanos se trata de Oddysey Dawn, para los franceses de Opération Harmattan, para los británicos, Operation Ellamy, y demás. Confiemos en que “el fuego amigo” no cause daños. Los efectivos españoles, fragata, submarino y escudrilla de F-18 no han intervenido por el momento; quizá lleguen a tiempo para dar ejemplo de cómo proceder sin causar males mayores, como sugiere con humor Antonio Olivié en Qué.
Quizá sea cierto aquello de que nunca es demasiado tarde, pero no lo es menos que de haber intervenido hace dos semanas se habrían evitado los 600 muertos causados hasta ahora por Gadafi y los que vengan tras la resolución del Consejo de Seguridad. El perro loco no aprendió de la anterior operación, abril de 1986, cuando los norteamericanos pusieron lanzaron la denominada El Dorado Canyon. Bombardearon entonces el mismo complejo operativo que ayer volvió a ser noticia. Aquella fue una represalia por la bomba con que Gadafi reventó una discoteca en Berlín frecuentada por americanos. El caudillo replicó con otra bomba que despanzurró el vuelo 103 de la antigua Pan Am. Ahora ha amenazado con hacer otras barbaridades. Confiemos en que no tenga tiempo. Ni fuerzas. La información de los servicios de inteligencia es vital.