No hace tanto tiempo…
Decíamos ayer… un mes y pico después del último post aquí publicado confieso que sigue asombrándome la capacidad del sanchismo para engatusar al personal. Travestido con el manto de la responsabilidad que tan buenos resultados le proporcionó en las urnas, el doctor fraudulento maneja ahora su investidura como ardid para hacer ver al común que del centro derecha depende que no se embarque en las naves con que asaltó el poder hace poco más de un año. Es decir, que de populares y ciudadanos depende su comportamiento al frente del Gobierno.
Dicen sus voceras que no quiere el apoyo de comunistas, golpistas y terroristas; llegan a suplicar que le liberen de tales compañías precisamente aquellos que denostó en la campaña con el cuento de que viene el coco a lomos de la extrema derecha. Hay que tener tupé…
Si realmente estuviera en eso, si fuera un político como los políticos habrán de volver a ser, Sánchez remediaría su tremenda debilidad parlamentaria con el mismo método practicado en otras democracias cercanas desde hace décadas, incluso siglos en algún caso: abriéndose a un gobierno de coalición.
Lo hacen en la república federal alemana tanto como en la monarquía parlamentaria británica, por hablar de países serios. Conservadores y socialdemócratas han gobernado situaciones similares tanto poniendo sus fuerzas en común como echando mano de liberales, tan minoritarios generalmente como suficientes para respaldar políticas centradas en los intereses generales de esos países. Así lo han hecho y hacen unos y otros.
Pero no es este nuestro caso. Aquí empuña la exigua batuta un personaje cuyo último fin es el disfrute del poder; el poder por el poder. Hará siempre, es decir en cada momento, lo que mejor convenga a su propio interés. Podría ser investido con la generosa abstención del centro derecha y gobernar mañana buscando el aplauso de quienes ahora estorban la imagen deseada. Muestras ha dado en demasía para temer que perpetra una simple mascarada. De él, secretario general del PSOE federal, depende cómo termine Navarra, por ejemplo.
Aducir los intereses generales es una ingenuidad impropia de cualquier análisis en la actual arena política nacional. Lo que cumple para el sanchismo no le cae demasiado grande al riverismo, por ejemplo. Los votos repartidos por los ciudadanos entre los tres carteles del centro derecha tienen un común denominador suficientemente claro como para que sus apoderados dejen de andarse por las ramas.
Casado, Rivera y Abascal, cada uno con su acento, empeñaron su papel en parar los pies al socialismo. El líder ciudadano lo hizo de forma especialmente enfática, dejando muy lejos aquellos “no es no” con que Sánchez repelía cualquier contacto con Rajoy. Después del fiasco sufrido en las urnas para liderar la oposición ahora antepone sus intereses partidarios, ocupar parcelas de poder local, al de los votantes que le confiaron su voto para consolidar una alternativa al sanchismo. De él depende cómo termine Madrid, por ejemplo.
Grave fue su error inicial al no aceptar el ofrecimiento de Casado para unir sus fuerzas ante las urnas. Echó en saco roto la sentencia de que la unión hace la fuerza; ojalá no haga ahora lo de aquel turuta que cabreado con las circunstancias explotó: que se joda el capitán, hoy no como rancho.
Leave the first comment ▶