Cuando las formas son el fondo

Reunión a distancia entre Casado y Sánchez con fruto: hacia posibles acuerdos parlamentarios

Hace tres o cuatro días escribía aquí que nuestro sistema no es presidencialista, y que más que una bonita foto en La Moncloa lo que ahora toca son acuerdos bien armados y precisos, todos los necesarios, programados en el tiempo y en el templo de la soberanía nacional, el Parlamento.

Pues parece que en esas estamos. Por fin se ha impuesto un poco de mesura entre los príncipes cristianos. La hecatombe ha jugado el papel pacificador que hace más de cinco siglos significó la irrupción de las armas de fuego en las grescas medievales que cautivaban a los príncipes cristianos.

Si la partida se juega limpiamente todos saldremos ganando con el resultado final, que no será de unos ni de otros. Ese es puntal necesario para que lo construido sirva a todos. Continue Reading

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El Estado compuesto

El presidente no quiere hablar con el jefe de la oposición.

En fin, habíamos oído de todo sobre la forma jurídica del Estado español, pero lo del “Estado compuesto”, fue introducido ayer noche por el presidente cum laude. El concepto no es nuevo; así se denomina el que está dividido en colectividades soberanas, política y jurídicamente. Un ejemplo, la Commonwealth of Nations británica: medio centenar de países soberanos e independientes que guardan lazos con el Reino Unido y su Corona. ¿Eso quería decir el jefe del Gobierno español?

Como queriendo explicarse, Sánchez añadió “El Estado compuesto, el Estado autonómico”. Pero lo del Estado compuesto puede dar mucho de sí… Como el “concepto discutido y discutible” que la Nación era para Zapatero.

Entre eso y el “todos y todas nosotros” con que se adornó en otro momento, el presidente sigue mostrando su capacidad más creativa e innovadora, o sea progresista. Aunque la verdad sigue cogiéndole ausente. Miente, como cuando culpó a los medios de publicar disensiones que no existen en el seno de su gobierno progresista. Continue Reading

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Acuerdos, en el Parlamento

En una democracia parlamentaria el Parlamento es eje y motor de la política. En el Parlamento los representantes de todos los españoles eligen al presidente del Gobierno. Los diputados aprueban o rechazan la gestión del Gobierno en el Parlamento. En el Parlamento se elaboró y aprobó la Constitución. Y en el Parlamento el Rey la acata y jura defenderla.

Hoy carece de sentido político apelar a unos pactos forjados hace cuarenta y tres años precisamente para poder elaborar una Constitución para todos; ya la tenemos.

Recién estrenada la primera legislatura, sin reglas del juego definidas, el primer gobierno salido de las urnas propuso un gran acuerdo, sobre asuntos muy concretos a las fuerzas políticas para taponar la sangría económica que sufría el país. Fue un ajuste esencial para alcanzar el consenso constitucional, que era el objetivo final. Continue Reading

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Vivan las cadenas

Tan volubles como la veleta pero siempre apuntando a su propio interés.

La coalición sancho-comunista no repara en gastos, y no aludo a las ayudas vitales por las que siguen peleando el ministro del ramo y el vicepresidente de la propaganda. A lo que me refiero es la inversión hecha a través del CIS para poner altavoz a la turba que desde hace dos siglos, y en cuanto le dan ocasión, grita aquel “vivan las caenas” con que se cargaron los dos primeros años de libertades constitucionales vividos en esta tierra.

La historia fue tan chusca que en el recibimiento de aquel Fernando VII, corría el 1814, los populistas, entonces llamados absolutistas, desengancharon los caballos que arrastraban la carroza real para cargarla sobre sus propias espaldas.

Lo hicieron excitados por el manifiesto de un grupo de diputados que comenzaba hablando de una costumbre de los persas, para terminar ciscándose en la Constitución aprobada dos años antes en Cádiz.

Aquel monarca, hoy llamado felón, entró en Madrid bajo la advocación de “El Deseado” aunque nadie conociera sus intenciones. Después de fungir durante 7 años como rey absoluto abrió un trienio liberal que provocó la reaparición de los populistas, esta vez ampliando sus afanes: “vivan las cadenas y muera la Nación”, o sea el sistema.

Lo de las cadenas no es broma en esta tierra nuestra. Por uno y otro lado, siempre hay energúmenos prestos a propiciar nuestra salvación cargándonos de ellas. Sólo necesitan que algo o alguien excite sus conciencias con engañifas como ayer hizo Tezanos con el sondeo publicado desde su CIS.

Todo en él es una inmensa patraña destinada a glorificar al Deseado que hoy gobierna, a quien tanto deben Tezanos y otros.  ¿Pensará la gente hoy, con 19.130 muertos y 182.816 infectados en nuestras conciencias, lo mismo que cuando las cifras conocidas no llegaban a la mitad, que es lo que se sabía la gente cuando fue preguntada telefónicamente?

Un sarcasmo del que cuelgan cuestiones como intenciones de voto, identificación partidaria o si Casado lo haría mejor o peor que Sánchez. Y, sobre todo, la descalificación de los medios de información, mezclando churras con merinas; los bulos y calumnias difundidos por las redes con el trabajo de los medios profesionales.

La tentación totalitaria no es nueva entre los integrantes de este gobierno. El 3 de julio de 1914, un europarlamentario de coleta y melifluo hablar, en nombre del pueblo, como su admirado Chávez, pedía el control público de los medios de comunicación. Hoy es vicepresidente de la coalición gubernamental que apunta intenciones censoras amparada por ese 66,7% de españoles que Tezanos dice que quieren censura.

La preguntita, hecha telefónicamente, decía: “¿Cree Ud. que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”.

¿Cómo dice usted? Repítame que no he entendido nada… deberían haber respondido los dos mil entrevistados.

¡Vivan las cadenas! No puede haber dos tercios de españoles dispuestos a tragarse, después del físico, un confinamiento mental. Aquello ya pasó hace muchos años. Que desde una institución pública se incite a reclamar cadenas para aherrojar la opinión pública es intolerable.

Vivan las cadenas si parecen buenas y son de reloj, cantaban los tres Ratas en la zarzuela La Gran Vía. Esas son las únicas cadenas propias de una democracia.

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El mundo no fue y no será una porquería

 

Interesante columna de Carlos Alberto Montaner que comparto con mi agradecimiento al autor que nos abre un horizonte mejor de lo que ahora se despacha.

 

Dice Henry Kissinger que “el mundo nunca será el mismo después del coronavirus”. Supone que la pandemia alterará para siempre el orden mundial. No lo creo. La verdad es que el mundo cambia constantemente. Todas las generaciones modifican la ropa, la música, las ideas, las cosas, pero la sustancia sigue ahí. Más han hecho Internet o la inteligencia artificial que el Covid-19 para trasformar la realidad. Jamás amanecemos en un mundo similar al de la víspera. Es como el “río de Heráclito”: no nos bañamos dos veces en el mismo río. Las aguas son otras. La civilización es otra, aunque la cercanía nos impida percibirlo, de la misma manera que los árboles nos ocultan el bosque.

La civilización continúa por otros vericuetos. No cancelamos del todo los antecedentes. Hipócrates y Galeno estuvieron presentes hasta el siglo XIX. Aristóteles aún tiene cierta vigencia. Las tragedias griegas y las comedias romanas siguen vivas. Esto sólo es un tropiezo. Un gran tropiezo, mas sabemos cómo evitarlo desde que el médico inglés Edward Jenner inventó la vacuna en 1796, y a fines del siglo XIX Louis Pasteur sistematizó su elaboración. La discusión gira en torno a cuándo volvemos a la normalidad. Los restaurantes abrirán en breve. Les seguirán los hoteles, los cines y las salas de fiesta, etcétera, etcétera.

¿Quién recuerda la angustia de la pandemia de la mal llamada “Gripe española”? Mató entre 50 y 100 millones de personas entre 1917 y 1920. En Estados Unidos hasta afectó al presidente Woodrow Wilson, pero le abrió la puerta a los “roaring twenties”, los espléndidos y ruidosos años veinte, culminados el “martes negro” de octubre de 1929, cuando la Bolsa de Wall Street cayó en picado, punto de partida de la gran depresión.  Durante esa pandemia, sólo en España murieron 300,000 personas, y se contagió, incluso, el rey Alfonso XIII, bisabuelo del actual Felipe VI.

Cuando el virus del SIDA infectó a miles de personas en los años 80 y 90 del siglo pasado, y se llevó de encuentro a buenos escritores como Reinaldo Arenas (y probablemente a Julio Cortázar), o a notables actores como Rock Hudson, parecía que llegaba el fin del mundo, pero la farmacología solucionó el problema y convirtió el terrible mal en una enfermedad crónica. Hace casi 30 años que Magic Johnson, el jugador de baloncesto, rodeado con su mujer y su abogado, contó que había contraído SIDA. Parecía una despedida. Afortunadamente, no lo fue. Sigue enorme y robusto. Lo salvó la Ciencia.

Nos sucederá lo mismo. Pronto habrá pruebas para saber si uno tiene o tuvo el virus. Pronto habrá medicinas para combatir la pandemia y vacunas para prevenirla. ¿Cuándo? En los próximos días, semanas o meses. No se sabe con precisión. Pero es notorio que algunas de las mejores cabezas del planeta están detrás de esos esfuerzos. Unos piensan en la gloria y otros en los beneficios. La mayoría se mueve debido a ambos. Incluso la rivalidad es un gran acicate. No se puede explicar a Louis Pasteur sin Robert Koch o a Jonas Salk sin Albert Sabin. O viceversa.

¿Quedará algo positivo de esta pandemia? El periodista Andrés Oppenheimer opinaba que esta desgracia serviría para acelerar los estudios a distancia. Sospecho que acertó. Es la forma de abaratar las universidades. Pero hay mucho más: aumentará la tendencia a trabajar desde la casa, que venía ocurriendo desde hace al menos tres décadas, cuando comenzó a reinar su majestad Internet y las empresas comenzaron a “tercerizar” sus procesos creativos.

En el terreno espiritual nos queda la experiencia. Opinaba el gran tanguista Enrique Santos Discépolo que “el mundo fue y será una porquería”. Se equivocó. No es poca cosa saber que un microscópico enemigo puede poner a temblar a toda nuestra especie, pero consuela saber que la respuesta es global. Todos contra el virus y el virus contra todos. Complace ver en la misma trinchera a Israel, Eurasia y al Continente americano, desde Canadá hasta la Patagonia. Hay que gritarlo: ¡Viva la globalización! ¡Muera el absurdo nacionalismo!

Carlos Alberto Montaner

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Tenemos lo que tenemos, de momento

Radiografía de España según en FMI.

Leído el Informe del FMI sobre nuestra situación, y visto lo que tenemos, la primera pregunta que cabe hacerse es: ¿cuántos queríamos tener en el Gobierno lo que tenemos?

Al cabo de unos pocos meses, que parecen una eternidad, estamos suspendidos sobre el vacío. Una fosa abierta bajo nuestros pies está dispuesta a engullir a seis millones de personas sin trabajo.

Volvemos al nivel del legado que nos dejó Rodríguez Zapatero, otro estadista de postín al que no pudo aguantar su vicepresidente económico Pedro Solbes, entre otros como Jordi Sevilla. Aquel precursor del actual líder cum laude le cayó encima la gran recesión causada por la crisis financiera internacional. Costó cinco años cubrir aquello, hasta que desde 2015 hasta 2018 España creciera por encima del 3 por ciento. Continue Reading

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