Medio mundo asiste asombrado al despido del presidente Trump; atónito y temeroso de que, después de haber incitado a asaltar el Capitolio, se le ocurra jugar con el maletín de las claves que la acompaña allá donde vaya. Resulta difícil de entender que alguien atente contra la Constitución de su país habiendo jurado o prometido guardarla y protegerla.
La resistencia a abandonar la sede del poder no cabe ser reducida a un simple mal perder, porque incluso niega haber perdido. Tiene pues que haber alguna razón más honda que le empuje a cargar contra todo, contra la realidad. La enajenación le impide ver que en una semana será desalojado por el mismo servicio que le ha protegido durante cuatro años.
La conciencia de disponer de poder produce efectos diversos según la personalidad del paciente. Unos ven en los atributos del poder un blindaje frente a la Justicia, caso de Trump; otros aprovechan las circunstancias para solaz y disfrute; y llega a haber quienes subliman la trascendencia de su papel hasta sentirse factores de una nueva patria. Algo de esto pasa en los cabecillas de la coalición que no gobierna. No que “nos gobierna”, no; que “no gobierna”, a la nuestra. Continue Reading ▶