En este otoño que ha caído sobre los poderes del Estado sólo la Corona mantiene izada la bandera. El Rey mostró ayer en Oviedo la dimensión de su liderazgo institucional.
En un acto social como siempre lo es la entrega de los premios Princesa de Asturias, el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia como la Constitución define al titular de la Corona, no quiso dejar pasar la situación como si estuviéramos viviendo entre las nubes de un amable paisaje. Y siempre avizor, tras las palabras de rigor propias de la ocasión, dirigió la atención de todos hacia lo que estamos viviendo.
Las guerras, el asalto ruso a una nación soberana y las hostilidades abiertas por el terrorismo anti israelí en Oriente Próximo, reclamaban una llamada de atención sobre la realidad comenzando por la crisis abierta en el orden internacional. Y siguiendo con la nuestra, porque los problemas se extienden también sobre las democracias, “sobre los valores y principios que inspiran y garantizan nuestra convivencia. Su fragilidad es un recordatorio para no caer en la pasividad”.
A partir de ahí, entró por derecho: “Tenemos que ser conscientes de todo lo que hemos alcanzado como Nación, todo lo que hemos construido y prosperado con tanto esfuerzo; de lo necesario que es conservarlo y preservarlo de todo aquello que lo pueda erosionar y de que debemos cuidar lo mejor de nuestra historia.”
Y concluyó, interrumpido por los aplausos que rubricaron la palabra “unión”: “Son muchos nuestros problemas y las soluciones llegarán, como siempre ha sucedido y demuestra la historia de España, de la unidad, nunca de la división. Si queremos construir algo que trascienda y tenga sentido, la colaboración, y el compromiso de todos, es más imprescindible que nunca. Como también lo es una voluntad integradora si queremos edificar algo sólido, duradero y permanente. Es con la unión, con el esfuerzo colectivo, y las actitudes solidarias como se construyen las grandes obras.»
Con estas palabras, como las que el 3 de octubre del 2017 pronunció desde su despacho, delante de un retrato de Carlos III y flanqueado por las banderas de España y la UE, ayer Felipe VI volvió a llenar el vacío que otras instituciones del Estado no atinan a resolver.
VERDE, o sea Viva El Rey De España.
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