Llegó la hora. El tiempo es una de las claves para comprender la política. Ya hace unos cuantos siglos, un florentino vino a atribuir al buen político la virtud de actuar combinando fuerza y rectitud. Antes que Maquiavelo, un griego de los de entonces, veinticuatro siglos atrás, dejo escrito que el tiempo es una de las variables fundamentales para resolver la confrontación de intereses que se produce en toda sociedad. Para Aristóteles, eso era la política, entre otras muchas cosas, naturalmente.
Pero un siglo antes y desde China, el estratega Sun Tzu, hoy de obligado estudio en las escuelas de negocios del mundo entero, dejo sentado que “la mejor victoria es vencer sin combatir”.
Pues en ese momento parece que hemos entrado, a la vista de los pronunciamientos que con el énfasis suficiente se han producido este fin de semana. Comenzando por el escrito dirigido a los catalanes por Felipe González a través del diario “El País”, seguido de las palabras con que Mariano Rajoy ha abierto desde Galicia el nuevo curso político.
El texto del expresidente es todo un manifiesto dirigido a hacer reflexionar a sus compañeros de partido en Cataluña, y a cuantos aún conserven la capacidad de hacerlo tras la atosigante propaganda secesionista, “para que no se dejen arrastrar a una aventura ilegal e irresponsable que pone en peligro la convivencia entre los catalanes y entre estos y los demás españoles…. ¿Cómo es posible que se quiera llevar al pueblo catalán al aislamiento, a una especie de Albania del siglo XXI?”
González apunta una perspectiva de sumo interés: “El señor Mas sabe que, desde el momento mismo que incumple su obligación como presidente de la Generalitat y como primer representante del Estado en Cataluña, está violando su promesa de cumplir y hacer cumplir la LEY. Se coloca fuera de la legalidad, renuncia a representar a todos los catalanes y pierde la legitimidad democrática en el ejercicio de sus funciones.”
Y concluye tajante afirmando: “No conseguirán, rompiendo la legalidad, sentar a una mesa de negociación a nadie que tenga el deber de respetarla y hacerla cumplir. Ningún responsable puede permitir una política de hechos consumados, y menos rompiendo la legalidad, porque invitaría a otros a aventuras en sentido contrario.”
Paralelamente, el actual presidente del Gobierno aseguraba desde Galicia “no vamos a dejar de ninguna manera que nadie convierta a los españoles en extranjeros en su propio país. No aceptaremos ultimátum de sí o no. No podemos ni vamos a aceptar imposiciones para que los catalanes renuncien a lo que es suyo, que es España y Europa. Son catalanes, españoles y europeos, ¿y por qué van a tener que renunciar a alguna de esas condiciones? Algunos están juntos para romper pero somos muchos más los que estamos juntos para unir.
Aunque su mitin no estaba centrado en Cataluña, Rajoy siguió “hay que preservar la concordia que nos ha hecho grandes. Cada vez que a lo largo de nuestra historia hemos dejado entrar el virus de la desunión, a todos los españoles nos ha ido mal.”
En fin, parece que además del curso de las peripecias judiciales de los dirigentes corruptos del partido del jefe de la sedición, la sociedad catalana va a contar con elementos de juicio diversos sobre la realidad tal cual es. Uno de ellos lo proporcionaba el pasado viernes José Domingo, letrado de la Seguridad Social y secretario de Sociedad Civil Catalana:
“¿Acaso sabemos cómo se calcularían las pensiones en la Cataluña independiente? ¿Cómo se pagarían? ¿Si se mantendría el mismo nivel de protección social? ¿Si se cobraría la pensión actual o se recalcularía? ¿Si la gestión de la Seguridad Social sería pública o privada? ¿Si se favorecerían los planes de pensiones privados? ¿Cuánto tiempo tardaría la Administración en reconocer las prestaciones? ¿Qué pasaría con las cotizaciones de las personas que se vayan a trabajar fuera de Cataluña? ¿Qué efectos tendría la no aplicación en Cataluña de los Reglamentos de la Unión Europea de Seguridad Social? … ¿Cómo quedaría el régimen de clases pasivas de los funcionarios? ¿Los trabajadores autónomos pagarían más cotizaciones? ¿Se modificaría la cobertura del desempleo?
Y concluía recordando la piedra angular de nuestro Estado de Bienestar: “El actual sistema de protección social español es fruto de la solidaridad intergeneracional de miles de trabajadores que no miran la nacionalidad de sus beneficiarios. No merece ser cuestionado de forma superficial e irresponsable por la delirante propaganda independentista catalana.”