Puestos a hacer campaña a la americana en el número de la bandera sólo faltaron las majorettes. O unas cupletistas, que con ellas nació el pasodoble de la Banderita que el maestro Alonso metió con calzador en su revista “Las Corsarias”.
Con él marchaban los soldaditos camino de África, que eran tiempos de guerras coloniales. “Allá por tierra mora, allá por tierra africana…” así comenzaba la copla que tenía por estribillo marchoso aquello de “Banderita tú eres roja / banderita tu eres gualda / llevas sangre, llevas oro / en el fondo de tu alma”.
Lo de roja les venía al pelo a los asistentes al cónclave federal de los socialistas en el que Pedro Sánchez se proclamó aspirante a mandar en el país el próximo año, para lo que no dudó en envolverse en la enseña nacional. Pero como suele suceder, se pasó. Ya lo advierte el viejo refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces…
Envuelto en capa tan descomunal Sánchez se situó a porta gayola para dar una larga cambiada con los colores nacionales a las tropelías que la pasada semana protagonizó dando el poder municipal a comunistas, separatistas, filoetarras y demás formaciones radicales crecidas durante el duro invierno de los ajustes. Todo ello con el único fin, se supone, de desalojar al otro gran partido constitucionalista.
Badalona es uno de los símbolos más claros de la falacia del tertuliano llegado a la cumbre del partido empeñado en renunciar al liderazgo de la izquierda del país. Gobierna aquel municipio, el segundo de Cataluña, una señora que sacó menos de la mitad de concejales que el ganador. Gracias a la conjunción de Podemos con Esquerra y los socialistas que pretende dirigir Carmen Chacón, más un par de concejales comunistas verdes y un convergente, los perdedores se ciscaron en la mayoría que votó al PP en una reedición de aquella muestra de racismo ideológico que fue el Pacto del Tinell. Fórmula abreviada para dejar el país hecho unos zorros.
A Sánchez le sientan como un par de banderillas negras los pactos recién perpetrados por él mismo. Y con ellas prendidas en todo lo alto habrá de tirar durante los próximos meses. Extraña estrategia la que ha puesto en marcha, llenando de radicales antisistema alcaldías, Madrid, Barcelona, Valencia, Pamplona, etc., o la comunidad Navarra, asunto éste del que acabará doliéndose como de una puya de castigo.
Triste situación la del país en el que se echa mano de la bandera para lidiar problemas. Como triste es también la herencia recibida por Sánchez de aquel Zapatero de la hemipléjica memoria histórica. El actual aspirante socialista puso en su sitio a aquél cuando apuntó: “No es justo el derrotismo que pretende hacer una enmienda a la totalidad de la democracia del 78. No estoy de acuerdo con quienes pretenden deshonrar a nuestros padres para honrar a nuestros abuelos”. Y apuntó bien.
Sin embargo qué absurdo brindis al sol al decir: “Quienes nos precedieron en el PSOE mantuvieron celosamente la autonomía de nuestro proyecto, nunca lo subordinaron a otra fuerza que a la voluntad de nuestro pueblo, ni a otro interés que al interés de la clase media y trabajadora. Nosotros mantendremos la autonomía de nuestro proyecto para entregarlo a las siguientes generaciones tan libre como lo recibimos”.
El cónclave socialista lo celebró con encendido aplauso. Iglesias, Errejón y hasta Monedero aún deben de estar partiéndose de risa.