Dejó Gracián escrito que “no es necio el que hace la necedad, sino el que, hecha, no la sabe encubrir”. Le ha sucedido a Pedro Sánchez. En un artículo periodístico, pretendidamente aclaratorio de su rudo obstruccionismo a la articulación de administraciones de acuerdo con la expresión libre y directa de los ciudadanos, demuestra que no es consciente de lo que ha promovido; si lo fuera, aún sería peor.
Como secretario general del PSOE, el viejo partido constitucionalista, hoy tenido como el principal instrumento político de la socialdemocracia, ha organizado por todo el país un sindiós de gobiernos municipales de vuelos más cortos que las patas de la mentira.
A juzgar por la simpleza de juicio y poquedad de sus argumentos, Sánchez parece obstinado en seguir jugado el papel de tertuliano televisivo, papel al que fue promovido por aquel Pepiño Blanco que fungió como secretario de organización del partido que se cargó Zapatero. Lo que no tendría que importarnos demasiado si no fuera por el papel que el PSOE debería seguir jugando en la articulación política de la sociedad, y la relevancia que en ello cobra quien ocupe su Secretaría General.
Trata de dejar sentado que “pactar con el PP es quitar a los ciudadanos el derecho a la alternancia”, realidad tan aparentemente cierta como realmente carente de rigor, como vienen desmintiendo en análogas situaciones diversas democracias europeas, desde la alemana a la italiana pasando por otros países centroeuropeos.
Ciertamente la democracia se sustenta sobre el juego dialéctico entre las diversas tendencias existentes en una sociedad plural; como tan cierto resulta que su salud depende del grado de libertad con que pueda articularse la expresión libre de los ciudadanos.
La mayoría no necesita ser absoluta para definir quiénes son más, quién representa una mayoría y quiénes son minoritarios. Si los minoritarios fuesen homologables, programas similares, intereses comunes, etc., no cabría objeción a la suma de sus votos, pero ni lo son ni pueden serlo, salvo en los casos de camuflaje como el practicado por los grecovenezolanos de Podemos. En el fondo no saldremos de dudas mientras no instauremos en el sistema la doble vuelta para las elecciones de instituciones de carácter ejecutivo, como las alcaldías.
Sostiene Sánchez que “Lista más votada no es sinónimo de mayoría…” y añade que su partido “propiciará mayorías suficientes para que, en verdad y no sólo con retórica interesada, haya una alternativa a los gobiernos de la derecha. Lo hará con quienes asuman un programa que no traicione nuestras propuestas, nuestros valores y nuestro compromiso con la Constitución y la Ley”.
Si hablara en serio habría que deducir que los valores y compromiso con la Constitución y la Ley de su partido están al mismo nivel del de los seguidores de Iglesias, Colau, Bildu, Compromís, y demás socios a los que ha entregado sus votos a cambio de recíprocos favores siempre para desalojar a los populares; a quienes este fin de semana prometieron esos compromisos “por imperativo legal”, a quienes se presentan como salteadores del sistema constitucional ¿Realmente es así?
El partido calla; su organización se apresta a volver a pisar alfombras y abrocharse alguna que otra sinecura hace años perdidas. Pero ¿y sus mayores?
En otro diario, ayer también, Mario Vargas Llosa concluía así su página “Piedra de toque”:
“Felipe González prestó un enorme servicio a España contribuyendo a la modernización del socialismo español, que, antes de él y su equipo, estaba todavía impregnado de marxismo, de “constructivismo” económico y no había asumido resueltamente la cultura democrática. Curiosamente, su adversario de siempre, José María Aznar, hizo algo parecido con la derecha española, a la que impulsó a democratizarse y a modernizarse. Gracias a esa convergencia de ambas fuerzas hacia el centro, España, a una velocidad que nadie hubiera imaginado, pasó, de una dictadura anacrónica, a ser una democracia moderna y funcional y un país cuya prosperidad, no hace muchos años, el mundo entero veía con asombro. Conviene recordarlo ahora cuando, debido a la crisis, ha cundido ese parricidio cívico que pretende achacar todo lo que anda mal en el país a aquella transición gracias a la cual España se salvó de vivir el horror que está viviendo Venezuela”.
Lástima que no estemos en esas…