Pedro Sánchez debió de quedarse atónito ante el rosario de exigencias que Iglesias iba desgranándole en su discreta primera cena. Eso de la tolerancia cero frente a la corrupción no me lo repite usted en público, pudo haber cortado el sosías de Zapatero, para quien el tablao andaluz que levantaron sus expresidentes Chaves y Griñán piensa que es cosa de Susana Díaz.
Y en todo caso, ¿con quién se cree usted que está hablando? Es como si yo le buscara las cosquillas con la beca de Errejón, la evasión fiscal de Monedero o la imputación de su querida ex concejala de Rivas que hoy se atreve a proclamarle indiscutible líder de la izquierda ante las próximas elecciones generales. ¿Pero ustedes que se han creído?
Mire Pablo, para casta la suya; la de quienes piensan que el resto es tonto o subnormal, como calificó usted a mi compañero Carmona del que ahora tanto necesitan. Porque ese desprecio por el resto de la humanidad, como el emparejamiento endogámico –Tania Sánchez, Dina Bousselham, la tangerina que adoctrinó en Políticas y ahora le asiste en el parlamento europeo-, son notas que caracterizan a las castas. ¿Pero usted qué se ha creído?
Habremos tenido unos resultados de mierda, que dice usted, pero nuestra mierda se puede contar porque damos la cara; no como la suya, disfrazada bajo tantos artificios que han acabado clasificados por la Junta Electoral como “Otros”. Y ahora me viene con líneas rojas y demás bobadas para excusar su apoyo a Susana Díaz en Andalucía, mientras pide el mío para sentar a Carmena en Cibeles. Pero hombre de Dios, o de quien demonios dependa, ¿usted que se ha creído?…
Así pudo haber discurrido el discreto encuentro de Sánchez con Iglesias. O no; en el ara del poder pudieron haber sacrificado principios, destruido las armas y olvidado promesas y compromisos con propios y extraños; también sería natural. Es lo que tiene el poder por el poder.
De lo que podemos estar seguros es que a Sánchez no se le ocurrió recordar a Iglesias aquella sabia reflexión de Ortega: “De querer ser a creer que se es ya, va la distancia de lo trágico a lo cómico«. Lo mismo, y aún con mayor razón, pudo haber evocado ayer Rajoy en su almuerzo con Rivera. Pero lo cierto es que la política no deja tiempo para los libros y demás cosas interesantes.