Tiene Razón Rajoy cuando repite lo que ayer aquí señalábamos, que el PP es el partido más votado, con más concejales, etc. Pero si no se sacude las orejeras que le impiden ver la realidad social no creo que llegue muy lejos yendo por la vía que ayer señaló.
Al concluir la reunión de su comisión dijo: “hemos ganado las elecciones europeas y las municipales. Ahora toca dedicarnos a fortalecer la confianza que nos siguen dando los españoles para ganar las próximas elecciones generales y conseguir ese objetivo irrenunciable que es dejar atrás de manera definitiva la crisis, crecer y crear empleo”.
Y está bien que lo diga, siempre que no se lo crea; o mejor dicho, siempre que esté dispuesto a acometer en su propia casa el cambio que estas elecciones han impuesto. Si no, de triunfo en triunfo llegará a la derrota final.
Cambio de muchas cosas, tantas que quizá no cuente con el tiempo suficiente y el personal necesario a punto.
Tres o cuatro ejemplos:
Primero: extirpar sin miramientos las raíces de los casos y modalidades de corrupción en que han incurrido sus antiguos colaboradores y depurar en el partido lo que corresponda. Visto lo visto no hay razón alguna para mantener esa especie de omertá con que han encubierto a sinvergüenzas de tomo y lomo.
Y no vale escudarse en que los socialistas llegaron a institucionalizarla en Andalucía; la omertá y la corrupción. Como cantaron las urnas andaluzas, a la izquierda no se le exige tanto decoro.
Segundo: por lamentable que sea, vivimos en una telecracia. Los medios escritos están rindiendo sus bastiones a las televisiones, donde las imágenes más que valer más que mil palabras, anulan cualquier capacidad de discernimiento del consumidor. Será penoso, pero con esos bueyes hay que arar. Portavoces nuevos, mensajes mejor elaborados y, sobre todo, atención a lo que las orejeras no han permitido ver: la realidad.
Tercero: la realidad es que ha llegado una ola de cambio que comienza por el generacional y prosigue por las nuevas realidades políticas y hasta estéticas. Unas, creadas por la crisis y alimentadas por las políticas de austeridad para combatirla; otras causadas por los desajustes que el tiempo ha introducido en el sistema.
Cuarto: resetear la organización del PP no es tarea sencilla, pero así no puede seguir manejándose el primer partido de la nación, mayormente si tiene la responsabilidad del Gobierno. Los errores de percepción y el desgaste producido por las medidas anti crisis han asfixiado a los populares. Las pérdidas de votos en comunidades y ayuntamientos bien administrados son buena prueba de ello.
Tras estos breves apuntes, una consideración final: ajustarse a los cambios exige relevos drásticos; generacionales y de mentalidad. Los afectados deberían ser los primeros en impulsarlos para tratar de evitar que se malogren efectos positivos de su política como la estabilidad, la liberalización, el crecimiento y la consiguiente creación de empleo. Todos ellos están hoy amenazados en buena parte de España.