Superados en gran parte diversos motivos de discriminación, como el sexo, la religión o la raza, los nuevos agentes políticos autoproclamados regeneradores han levantado dos nuevas barreras incapacitadoras: la edad y el estatus sociopolítico cultural de los ciudadanos.
Para el protagonista único de Ciudadanos los nacidos antes de 1978 están incapacitados para la nueva política. Para su homólogo de Podemos hay que acabar con los de la casta. Por eso, entre otras razones, no puedo prestar mi voto ni a unos ni a otros. Nací bastante antes del 78 y estoy seguro de que para los bolivarianos soy un espécimen de la casta, un castizo.
Pese a lo que encarna atentar contra la igualdad de los españoles, que ese es el efecto de toda discriminación social, dicen que ambas formaciones van a pescar votos de los desencantados que las formaciones clásicas, aquí y allá, van dejando con sus torpezas. Su virtud se llama oportunismo: están ahí en el momento preciso. Hablando seriamente no se advierte otra habilidad.
Hace nueve años Albert Rivera se retrató en pelotas para presentar su candidatura en unas elecciones catalanas. Y consiguió tres asientos en aquel parlamento regional. En las siguientes despelotó a sus seguidores, y el grupo se multiplicó por tres.
No es nuevo el desnudo como argumento político. El cínico Diógenes buscaba de tal guisa hombres honrados hace dos mil trescientos años; hace mil, a caballo y sin más abrigo que su larga melena, lady Godiva consiguió que el déspota con quien estaba casada rebajara los abusivos tributos a las gentes de Coventry.
Además de estar ahí en el momento oportuno, de los objetivos de Rivera poco se sabe. Cuando nació su marca registrada, C’s, se clasificaba como de centro derecha pero ya entonces trató de enrollarse con Rosa Díez ante las elecciones del 2008. Hoy se autodefine como centro izquierda pero en voz baja, por no echar para atrás a los populares aburridos de Rajoy y a algún socialista harto de Sánchez. De lo demás, nada salvo que hay que empezar de nuevo. Y para adanismo ya tuvimos suficiente con Zapatero.
La harina del ciudadano Pablo Iglesias está en otro costal. En los fines de Podemos no cabe el equívoco, pero la estrategia es un puro enmascaramiento de su realidad. Lo confiesan ellos mismos en su blog de filosofía política, al distinguir entre Pablemos y Podemos. Estas son sus palabras:
Pablemos sería algo semejante a una máscara o marca comercial de una organización de masas que permitiría atraer la atención de los grandes medios de comunicación sobre ella. De este modo, Podemos conseguiría expandir su influencia sobre una gran cantidad de ciudadanos gracias a la estrategia de enmascaramiento que llevaría a cabo a través de sus figuras mediáticamente visibles.
Toda máscara esconde un rostro, un rostro que pretende esconderse porque, de ser visto, sería rápidamente ahogado… este rostro escondido no es más que la autoorganización de las masas en asambleas ciudadanas, —los conocidos Círculos—, y en los cuales recae la verdadera soberanía política. Pablemos, en tanto máscara, cubre las espaldas de un movimiento ciudadano de base que, lejos de entronizar líderes, usa al propio líder como un medio, como una cara visible que es capaz de esconder una nueva praxis política que se avecina y que, bajo el ensordecedor ruido del espectáculo mediático, está gestando un nuevo mundo.
Átense los machos y, por enfadados que estén, piensen a quiénes confían sus carteras.