Los pactos de gobierno serán fundamentales para componer el mapa de la administración futura de comunidades y ayuntamientos; o sea del país. Lo canta el sondeo último del CIS, realizado entre el 23 de marzo y el 19 de abril, con elecciones andaluzas y Rato de por medio, que hoy se ha dado a conocer ante el inicio de la campaña electoral.
La cuestión es si en la formación de las corporaciones cabrá un cierto respeto por la lista más votada, y si en función de ese principio, las bisagras jugarán su papel conforme a sus principios ideológicos, o atendiendo a las afinidades de sus votantes en el espectro político general. Es decir, si actuarán como si hubiera una segunda vuelta en la que cada oveja acaba concurriendo con su pareja.
No deja de resultar curioso de observar cómo los medios se fijan en cuántas de las actuales mayorías absolutas, todas de los populares, caen o se sostienen. Es el reflejo de la maniobra de exclusión, el cordón sanitario, que los socialistas vienen urdiendo con otras formaciones con el fin de compensar su impotencia para alzarse con el liderazgo de las mayorías simples, que es lo que corresponde normalmente a nuestro sistema electoral.
Las mayorías absolutas sólo revelan el vacío que hay en torno a quien la consigue. Con un sistema proporcional como el nuestro llevarse la mitad más uno de los escaños de cualquier corporación es sumamente difícil. La ley d’Hondt, un pequeño refuerzo a los partidos con capacidad de gobierno, no hace ese milagro.
Italia está revolucionando su sistema electoral con el fin de garantizar la estabilidad. Del proporcional puro que ha causado el perenne baile de gobiernos, treinta y ocho en los últimos cuarenta años, ha pasado a corregirlo en la línea del nuestro pero yendo más allá: con una segunda vuelta si nadie llega al 40% de los votos.
Si un partido alcanza ese umbral, se le da la mayoría reforzada de la Cámara, 340 escaños de un total de 630. En los demás casos, segunda vuelta entre los dos primeros. El socialdemócrata Renzi ha logrado alcanzar lo que aquí podría resolver ese futuro a la italiana que parece amenazarnos.
El hecho de que a mitad del partido no deba cambiarse el reglamento aconsejaría tomarse en serio la responsabilidad de gobernar las instituciones respetando los intereses de la mayoría y la realidad política del país. Así se forjaron los pactos que han hecho historia, como el de nuestra Transición a la democracia, en el que las dificultades fueron superadas por la altura de miras de sus protagonistas.
Y por cierto, ¿de qué cordón sanitario habla el partido que ha elevado a sistémica la corrupción donde ha gobernando ininterrumpidamente desde los años ochenta? Un poco de sensatez, por favor.