La abrupta salida de uno de los miembros de su troika abre definitivamente una incógnita hasta ahora larvada: ¿qué tiene Podemos en su punto de mira?
No parece que lo de Monedero se trate de una operación cosmética para lavar la mancha de su fallido fraude fiscal con los cuatrocientos y pico mil euros recibidos de los amigos bolivarianos. Eso ya parecía amortizado tras cuatro meses de retiro y sacrificado silencio.
Asumir el rol de Robespierre, la cabeza visible del Terror que soportó París durante dos años, tiene sus consecuencias cuando la corriente de la Historia busca otros derroteros. Robespierre y su veintena de fieles acabaron en la guillotina y al Terror sucedió el Directorio y a éste, el Consulado y Napoleón.
Pero Monedero no sabe tanto del revolucionario francés como de Bolívar, el caudillo venezolano que decía “si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.
Iglesias no lo dudó, “me ha presentado su dimisión y yo la he aceptado”. Es lo propio de la llamada democracia directa; sin intermediarios, si hay un jefe ¿para qué comisiones, comités de garantías y demás mandangas burguesas? En la Mesa Ejecutiva de Podemos, cuya Secretaría General ocupa, parece que no hay más sillas que la suya.
El movimiento de “los círculos” se ha topado con la realidad de la política; de la política de verdad, la representativa, la que tiene capacidad de discernir entre quienes son más de los que más alborotan. Eso es la democracia de nuestro mundo, cultura y también de nuestro tiempo.
La conversión del movimiento en partido político bajo la férula (RAE: “Autoridad o poder despótico”) de Iglesias y al son marcado por Errejón, aquel becario suspendido de empleo y sueldo hace cinco meses por la Universidad de Cádiz, no es lo peor que podría sucederle a este país.
Su presencia en cámaras y salones, como el del Ritz que escandalizó a Monedero, será incómoda para unos y sus formas escandalizarán a otros, pero siempre será de mayor provecho y utilidad social que las acampadas y destrozos en la vía pública.
“Del dicho al hecho hay un gran trecho”, como dijo Cervantes en El Quijote traduciendo el aforismo latino “loqui facile, praestare vero difficile”. En eso están, comprobando que el sistema es más consistente de lo que se supone o adivina desde un aula de la facu; que lo de la casta es imagen mal traída cuando uno mismo acaba siendo casta.
Y en que los límites de la izquierda no están en el infinito sino en la dura realidad; que comunistas, anticapitalistas y demás variantes actuales de aquellos sans culottes de los tiempos de Robespierre, son pocos y están contados. El gran granero está en el socialismo, y en el sorpaso al PSOE, su triunfo mayor.
Puestos a ello, ¿por qué no llamarnos socialdemócratas? Lo pensó Errejón, Iglesias lo consagró y Monedero se fue a liberar a los encadenados en la caverna de Platón.