Lo de Sánchez no tiene remedio. Cuando aquella ministra de Zapatero que nació a la mayoría de edad con el carnet socialista en la boca, Bibiana Aído, dijo también en sede parlamentaria lo de “miembros y miembras” el mundo se le vino encima y la Academia también. Tan así fue que el partido corrigió sus palabras en el Diario de Sesiones del Congreso; la historia se eliminó como Stalin borraba en las fotos de la Enciclopedia Rusa a colegas caídos en su desgracia. ¿Qué sucederá hoy con la transcripción para la historia de la intervención del presunto líder del PSOE?
Mal está que el personaje siga empeñado en pedirle la luna a Rajoy, como si el gallego pudiera darle la lista de los 715 investigados tras su regularización fiscal, pero insistir en la estupidez de los géneros no es propio de quien, pese a tantos pesares, es todavía un referente para muchos españoles.
Lo primero, las listas del fisco, es pura demagogia porque él sabe que pide lo que no se puede dar; lo segundo, un atentado al español. Como también lo fue haber escrito “Desde Soria, cuna de Machado…” en su mensaje de condolencia a las víctimas del instituto barcelonés hace un par de días.
Como si no se bastara el gobierno para marear a los votantes en vísperas de unas elecciones, el llamado líder de la oposición azuza los instintos más primarios del personal torciendo la realidad de la regularización fiscal, la llamada amnistía. Tan mal llamada, que si realmente la del 2012 hubiera sido una amnistía, Rato no habría sido acogotado ante las cámaras de televisión y cuarenta fotógrafos para escarnio de todo el PP.
Sí que lo fueron las dos que Felipe González llevó a cabo en 1984 y 1991, y tenía sus razones. Una de las primeras preocupaciones del primer gobierno González, con Boyer al frente de Hacienda, fue detener la sangría de depósitos hacia el exterior provocada por su acceso al poder.
El precedente estaba al lado, en Francia. La llegada de Mitterrand provocó una fuga de capitales que trato de cortar con una amnistía en 1982. Fracasó y repitió cuatro años más tarde ya con mejores resultados. El señuelo para la repatriación de los francos fue la eliminación del impuesto sobre el patrimonio.
La primera amnistía española, 1984, invitaba a los evasores a reintegrar el dinero al país mediante una inversión en Pagarés del Tesoro opaca al fisco, con retención en origen y secreto de los suscriptores. La segunda, Solchaga ministro de Hacienda, completaba la anterior: los pagarés podían invertirse en deuda pública a un interés muy reducido; los titulares disponían de seis años de opacidad total, con lo que ya no cabían inspecciones, y las posibles deudas con el fisco quedaban perdonadas. Se afloraron en total el equivalente a unos diez mil millones de euros.
La llamada amnistía última, la del ministro Montoro, nada tiene que ver con las anteriores. En esta ocasión no hay suscripción de deuda pública sino simplemente la declaración de los bienes ocultos al fisco para ser incorporados a la legalidad. Opacos por estar en Suiza, Gernsey o bajo un ladrillo del suelo de la caseta del perro. Y la regularización tiene un coste que puede llegar hasta el diez por ciento de lo regularizado. Así han entrado en el circuito legal cuarenta mil millones pertenecientes a veintinueve mil contribuyentes. Pero…
La regularización fiscal fue aprobada en marzo de 2012. En junio se abre el plazo para cumplir la declaración 750, en la que el sujeto se retrata con la garantía de que su declaración no es utilizable para perseguir ilícitos, como el origen de los fondos declarados, aunque sí pueda servir de objeto para comprobar datos si posteriormente surgieran discrepancias. Y en octubre se complementa con otro modelo, el 720, una declaración informativa de todos los bienes en el exterior por valor superior a cincuenta mil euros.
El cruce de lo declarado en éste último impreso con el anterior, como así ha ocurrido en el caso Rato, demuestra que la última regularización tiene muy poco de amnistía.
RAE.- Amnistía, Olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores.
Además de no saber dónde nació Machado, ni las reglas de nuestro idioma, ni siquiera que las leyes están para ser cumplidas ¿de qué habla Pedro Sánchez?
Te lo han puesto » a huevo». Es casi Zapatero