La fiscalía pidió al juez una orden de detención a Rodrigo Rato para poder trasladarle en un coche policial, quisiera o no, del domicilio a su despacho donde se practicaron los registros correspondientes. Rato, detenido bajo los cargos de fraude, blanqueo de capitales y alzamiento de bienes. Mientras entraba en el coche policial a la salida de su domicilio una transeúnte le espetó: sinvergüenza. Todo ello ocurría esta tarde en Madrid, pleno barrio de Salamanca.
Y la historia sigue, como dicen del show en los musicales americanos. Ayer comentábamos los dos años de cárcel que le están cayendo al abogado más rico de España; lo de hoy es aún más ejemplarizante. No todos los años la justicia ordena la detención de un prócer que pasó por la vicepresidencia económica del Gobierno español, la dirección general del Fondo Monetario Internacional y la presidencia de uno de los bancos grandes del país.
Cuentan que también pudo haber sido el presidente del PP si Aznar no le hubiera cortado el paso en el 2003. La cosa fue un tanto rocambolesca. Durante el año anterior, 2002, el entonces presidente le ofreció el liderazgo popular en las elecciones del 2004. Rato declinó la oferta, aduciendo razones personales que, por cierto nada tenían que ver con la invasión de Irak producida un año después.
Aznar tomó entonces la decisión de dejar los trastos a Mariano Rajoy, sin comentarlo ni con éste hasta la víspera del congreso que los populares celebraron en agosto del 2003. Pero, poco antes, Rato rectificó; estaba dispuesto a aceptar la candidatura. “¿Después de haberme dicho dos veces que no?” respondió el presidente, a lo que Rato repuso un confianzudo “Sí, pero ahora te digo que sí”. Y Aznar tomó nota. ¿Se imaginan…?
Desde que salió del Gobierno Rodrigo Rato parece aquejado de un síndrome aún por definir, según el cual elige la salida peor ante cuantas alternativas se le presentan; por resumir, desde su salida del FMI sin explicación alguna, a otra salida: la de Bankia a bolsa.
Regularizar sus cuentas pendientes a través de la llamada amnistía fiscal no representa para un ciudadano ningún desdoro en sí mismo ; otra cosa es la causa de la ocultación patrimonial que en un personaje público representa todo un insulto a los ciudadanos. Que el asunto esté relacionado con negocios familiares no es atenuante.
La política tiene diversas exigencias, comenzando por la ética y terminando en la estética. Su incumplimiento degrada la convivencia democrática. Pero hay una que distingue a los caballeros de los rufianes: la responsabilidad.