Llevamos un par de meses sufriendo la entrada de los medios de comunicación en las guerras partidistas. No se limitan a contarlas, no; llegan a crearlas. Los medios se hacen agentes políticos con tanta facilidad como la que demasiados políticos se corrompen. Así se destroza un país.
Cuando se atropella el derecho constitucional a recibir información veraz se está atentando contra la dignidad de la persona; el ciudadano se convierte en mero instrumento en las luchas por el poder. Que esa manipulación esté presente en el ADN de muchos partidos, malo es pero a la postre ello forma parte de la dialéctica de toda democracia parlamentaria. Como también que los medios formen parte del control de la sociedad sobre los gobiernos.
Pero lo que resulta degradante para la salud pública es que los medios dejen de jugar ese papel, rebajen la comunicación a mera transmisión, y la información a propaganda.
Escuchar determinadas entrevistas convertidas en trampas de las que sólo un ejercicio de esgrima brillante puede salvar de la picota a la víctima resulta lamentable. En el ánimo de quien pregunta no está tanto el ofrecer al público el pensamiento o ideas del invitado como llevarle al extremo de hacerle decir lo que el entrevistador pretende que diga para satisfacción de su propósito.
El caso se da con mayor frecuencia en los medios catalogados en la izquierda del espectro, como los del grupo Prisa. La acuñación de conceptos, caso de la llamada “ley mordaza”, acaba imponiéndose frente a la incapacidad genética de los portavoces gubernamentales para recordar algo tan obvio como que si la condena es revisable, ya no será tan perpetua. Por ejemplo.
El alineamiento con una u otra corriente política, social o cultural es natural; pero no lo es el hecho de que sus consecuencias impidan al ciudadano el conocimiento de la realidad.
No sirve de excusa lo de que “si no les gusta que compren otro periódico o escuchen otra radio”. Eso es presuponer que los medios son polos de una confrontación dialéctica y no transmisores de lo que sucede, de lo que se opina, de la realidad. Esos no son los medios a los que se refería Jefferson -“Prefiero una prensa sin Gobierno que un Gobierno sin prensa. Lo fundamental es el derecho del pueblo a saber, a estar informado”.
La campaña andaluza ha dado sobrados ejemplos de este ataque sistemático a las libertades de la sociedad. Por cierto, cuán limitado ha sido el eco suscitado por las coacciones de funcionarios de la Junta a sus subordinados –vota Susana o te vas al paro-. Por si no bastara con el pesebre de los EREs…
Pues ahora vienen dos meses de ruido en tono mayor, como corresponde al país entero. Por favor, un poco de seriedad.