Los improperios de dos chavistas, diputados Vivas y Requena, en la embajada venezolana en Madrid honran a Felipe González.
Las manifestaciones de José Luis Rodríguez Zapatero calificando de socialdemócratas a los de Podemos nos avergüenzan a los demás.
He aquí a dos ex presidentes, ambos del mismo partido, representando la cara y la cruz del compromiso político. El primero, entrando en harina, defiende a dos encausados y prisioneros del régimen chavista por el extraño delito de opinar.
El segundo, ensimismado, definiendo como socialdemócratas precisamente a los ideólogos de la actual dictadura venezolana, ya formal tras los poderes especiales recabados por Maduro.
No estaba falto de razón González cuando comentó que los presidentes que lo han sido acaban resultando incómodos hasta estorbar como el jarrón chino que nadie sabe dónde ponerlo. Claro que hay jarrones y jarrones, como hay porcelana y loza, o listos y tontos.
Si hablamos de porcelana, material éste del que Marco Polo nos trajo noticia, los jarrones chinos son del siglo XVII, finales de la dinastía Ming y entrada de los Quing. Los primeros son parcos en colores, blanco y azul, a los que se incorporan el rosa y el verde con la segunda dinastía ya instalada en Pekín.
Su fragilidad no impide la llegada de los primeros a una Europa que acababa de descubrir el secreto de la porcelana. Decoran palacios, hoy convertidos mayormente en museos. También mansiones de amplias estancias… pero ¿dónde colocar en las viviendas de hoy una pieza de setenta centímetros de altura que puede superar los siete millones, caso del de la ilustración?
Una de las diferencias menores que separan a González de Zapatero es donde estorba cada uno. El primero, a los violadores de derechos humanos, por cierto visitados últimamente por el segundo con extraña frecuencia. Y el segundo estorba en casa, su propio partido, en la política exterior española y si no lo hace en el Consejo de Estado es porque duerme más que habla.
Felipe González es el español mejor cualificado para defender a las víctimas de la represión con que el chavismo tiene amordazada a la sociedad venezolana. Un socialdemócrata de los que lo son a fuer de liberal, como se definía Indalecio Prieto, presidente del PSOE desde mitad de los años treinta hasta finales de los cuarenta, y ministro de Defensa en medio de la Guerra Civil.
El sevillano es un político de Estado, con todo lo que eso conlleva; partenaire fundamental de Suárez en la Transición, el estructurador tras el franquismo de una nueva izquierda democrática en España. Todo eso es el hombre que presidiendo el Gobierno español desde diciembre de 1982 hasta mayo de 1986 consolidó la democracia.
José Luis Rodríguez Zapatero no tiene quien le escriba. Estuvo siete años y medio al frente del gobierno de la nación, “un concepto discutido y discutible” como la definió en su primera intervención presidencial en el Senado. Lo que de esa mente pudiera salir lo estamos pagando ahora.
Desatornilló con rara precisión las piezas del sistema constitucional que pretendió refundar desde un adanismo infantiloide. Frente al yihadismo criminal, la alianza de las civilizaciones; frente al secesionismo catalán, aprobaremos lo que ustedes nos manden; una memoria histórica hemipléjica, frente a la solidaridad nacional; campeones de la economía mundial…
Cara y cruz de la política nacional.