Como previsto, aunque con día y medio de retraso, los políticos griegos han logrado cuadrar el círculo del gobierno de emergencia o unidad nacional. Y como anunciado aquí hace tres días, L. Papademos, antiguo vicepresidente del Banco Central Europeo es el hombre, que además se ha pedido la cartera de Finanzas. La acumulación tiene toda la lógica del mundo; suprime eventuales malos entendidos, cortocircuitos y demás chinas en el arduo camino que emprende su gobierno. Tan arduo que tampoco sería extraña una temprana dimisión si la calle se pone brava.
También parece que el duce italiano resigna su posición en cuanto sea aprobada la enmienda a los presupuestos que le han enviado desde Bruselas. Eso le ha comunicado Berlusconi al presidente de la República. G. Napolitano parece que busca más un compromiso entre partidos para designar jefe de Gobierno que la convocatoria de elecciones anticipadas. Il Cavaliere ha sido presidente del consejo de ministros italiano la friolera de nueve años, en tres tandas y con al frente de otros tantos partidos. Comenzó su carrera política en el socialista de Craxi y la cierra con El Pueblo de la Libertad. No existe certeza de que tan insólito personaje, siempre acompañado de escándalos de toda naturaleza, deje paso a la estabilidad que la situación italiana aconseja, pero su salida parece condición necesaria para ello.
Lo nuestro, la tercera península mediterránea de la Unión, sobrevive mal que bien gracias al margen de confianza abierto por las perspectivas de cambio tras las próximas elecciones. El cómodo margen de que vienen disfrutando los populares se ha consolidado a la vista del resultado del debate Rajoy-Pérez Rubalcaba, que de forma insólita TVE manipuló ayer en su informativo del mediodía; algo parecido al empeño por rescribir la historia en que se metió el gobierno Zapatero. Pero las encuestas de los medios, incluso los proclives al partido socialista, son inapelables, lo que habrá contribuido a afianzar ese pequeño margen del que disfrutamos.
Y lo de Portugal, siempre tan cerca y tan lejos, ya sucedió en la primavera cuando el conservador Passos Coelho sucedió al socialista Sócrates. Ahora tratan de limpiar sus bancos de activos fallidos para que el crédito funcione. Nada original.
Como el New York Times comentaba ayer, la crisis económica europea se ha convertido en crisis política. La cuestión es ¿las soluciones de las crisis políticas servirán para resolver las de la economía?