Además de profesionales, son falsos. Los líderes de Podemos. Tras ser descubierto como tramposo fiscal, el número dos de los bolivarianos ha hecho una complementaria para satisfacer a Hacienda lo que nos había birlado a todos, que Hacienda somos todos.
Poco antes de recibir el medio millón de dólares del caudillo venezolano, el “infiltrado” como el propio Chávez le llamaba en plan de broma, se hizo una sociedad a la medida para pagar menos de la mitad de lo que correspondía -la diferencia entre el 52% que habría tenido que ingresar como IRPF personal y el 25% que pagó como empresa, además de otras deducciones por gastos-.
Si el feo pastel arruina la posible confianza en quienes van de espíritus evangélicos, son ejemplares los comentarios a la obligada restitución que han hecho sus adláteres; ejemplares no tanto por virtuosos o como modelo, sino por cuanto demuestran el descaro de estos sujetos llegados a la política tras la bandera de “todo p’al pueblo”.
Así, un tal Luis Alegre, secretario de Participación Interna de Podemos y miembro de su Consejo Ciudadano, ha querido explicar el asunto diciendo que Monedero ha escogido la posibilidad más exigente para resolver su situación fiscal. Con un par.
Concretamente con las palabras siguientes: «Lo que ha hecho Juan Carlos ha sido sencillamente preguntar cuáles de las interpretaciones posibles de la ley es la más exigente y en ese sentido despejar cualquier sombra de duda que pudiera surgir«. Añadiendo, para más inri, que el personaje ya había dado todas las explicaciones que tenía que dar.
Profesionales, sí; muchos fieles de esta nueva iglesia están dispuestos a comulgar con cuantas ruedas de molino echen a correr sus conductores. Pero también, mendaces. Porque hay que echarle cara al asunto para afirmar que caben varias interpretaciones posibles de la fiscalidad de un sujeto que se hace pasar por una empresa; y el colmo es resolverlo diciendo que el defraudador, pobre Monedero, ha escogido la más exigente.
¿En qué andan los responsables del resto de los partidos, denunciarán algún día el talante de estos asaltantes al sistema? Como les ocurrió a los romanos cercados en las colinas capitolinas, el graznido de los gansos tal vez llegue demasiado tarde para impedir la entrada a saco de las tribus galas.
“Vae victis”, ¡Ay de los vencidos!, que dijo el caudillo galo. Fue hace veinticuatro siglos.