El ridículo de la ministra Sinde con el jurado del Premio Nacional de Cinematografía, la pérdida de tiempo de los Diputados discutiendo una reforma de la Ley de Amnistía 31 años después, y la ocurrencia del candidato socialista sobre los eurobonos denotan el estado de salud de la política nacional. Aún podrían citarse otros síntomas, como la chulería de Otegui, Pedraz exculpando a un tal Iñaki de Rentería, la monserga de las reformas pendientes, o el to be, or not to be de Camps. Por no hablar de los indignados que siguen ensuciando la Puerta del Sol madrileña.
Lo de Pérez Rubalcaba proponiendo la urgente emisión de eurobonos -“absolutamente imprescindible para defendernos”, ha dicho- es una simpleza impropia de alguien con aspiraciones de gobierno. Bastantes problemas alberga en su balance el Banco Central Europeo como para embarcarse en otro error. Sin un Tesoro único y una política fiscal única, entre otras cosas, los eurobonos nacerán como papel mojado.
Por encima de otras cuestiones, la crisis que está asolando Europa es fruto de una integración apresurada de economías disímiles. Algunas, como Grecia, no debieron haber entrado en el euro; otras, como la española, cumplieron todos los requisitos gracias a un esfuerzo singular e irrepetido posteriormente. Las diferencias de competitividad están distorsionando las relaciones de intercambio, etc, etc. Madrid, por ejemplo, es hoy una ciudad más cara que la mayoría de las capitales del euro. Y también fuera del euro; cada vez más cosas tienen los mismos precios faciales aquí que en Nueva York, cuando la relación €/$ es de 1/1,4.
Pero el candidato va a más, y denuncia: “Quienes tienen la deuda griega empiezan a pensar que no van a cobrar y entonces intentan cobrar por anticipado especulando con la deuda de España e Italia”. Tiene bemoles. Los mismos que cuando añade que España está cumpliendo con sus compromisos de reducción del déficit y austeridad. Lástama que a la misma hora se supo que la congelación de los funcionarios se ha quedado en peanuts, y que, hablando de austeridad, una gerente provincial de turismo en Málaga tiró de tarjetas de crédito hasta los 400.000 € en los primeros seis meses del año.
¿Dónde va pues el candidato con simplezas de esta naturaleza? Así le oiremos muchas más, abrazará a los indignados y a cuantas farolas encuentre en el camino, lo que es impropio en un partido de gobierno. Alimentar con demagogia la caldera nacional, en una persona como él, significa dos cosas: se sabe perdedor, y por lo tanto irresponsable de cuanto proponga, y sólo trata de limitar el triunfo del adversario.
Lo de los diputados perdiendo una tarde en debatir si hay o no que reformar la Ley de Amnistía para que el juez procesado por prevaricación, Garzón, pueda hurgar entre las familias de los muertos es como para que nos suban más aún la prima de riesgo. La propuesta, naturalmente de un partido marginal, toma estado de naturaleza por la estulticia de quien enredó con los candados del sepulcro del Cid para dar satisfacción a la memoria de su abuelito. ¿Sabrán que aquella ley fue el cimiento de la democracia?
Y de lo de la ministro de Cultura, González Sinde, ¡suspender el trabajo de un jurado por ella nombrado porque no respetaba las cuotas sexuales que impone la Ley de Igualdad!. Nueve varones y tres féminas estaban convocadas para fallar el Premio Nacional de Cinematografía y luego celebrarlo con un almuerzo. 9 a 3. Pues todo se fue al garete porque la ley Aído dice que ninguno de los sexos debe pesar menos del 40%; es decir, que tendría que haber un hombre menos y una mujer más…
Austero siempre en las formas, Santiago Segura comentó: “penoso, grotesco, ridículo, lamentable, deprimente, surrealista, cretinoide…”.
Así nos va. Pero todavía tenemos la cueva de Altamira, y van 15.000 años, o El Prado y su remodelada Galería Central. Lo otro pronto cambiará; sí o sí.