Dijo Mas anoche que si el Estado no le atiende internacionalizará su conflicto. Tal vez por ello habló en castellano, catalán, inglés y francés al hacer su peculiar valoración del referéndum. Y no lo hizo en alemán porque su jefe Pujol está en otra.
Lo de la jornada del 9-N es tan ridículo que no resiste análisis más profundo que el que quepa hacer sobre la publicidad de la coca-cola. Pura propaganda que, sin embargo, ha abierto un problema serio al país, problema cuya salida no sólo está escrita en las leyes.
Vayamos por partes. El gran éxito del que presume este insólito personaje es una filfa. Con todo el aparato propagandístico del gobierno que preside y las redes y movimientos sociales que subvenciona, tan sólo uno de cada tres ciudadanos llamados a las urnas de cartón dio su sí al estadito independiente. Menos de uno de cada tres; exactamente, el 32,8%. Y eso con sus propias cifras.
Pero dadas las circunstancias, la carencia de todo control, ¿por qué dar por cierto que dos millones y pico, corto el pico, depositaron algo en las urnas de cartón? ¿Acudieron a las mesas que la organización asignó a tan solícitos demandantes de información como Batman o Lady Gagá? ¿Qué sistemas de lectura, humanos e informáticos, utilizaron para contabilizar tan rápidamente las respuestas a papeleta tan compleja, tres preguntas nada menos, introducida en el cartón? ¿No hubo votos nulos pese al descarte obligado entre la primera cuestión y las dos finales?
El Reyecito. Era un personaje de tira cómica, O.Soglow su autor, que se hizo famoso en medio mundo por los años 60. Aquí en España lo publicaba La Codorniz. Por su estatura y, sobre todo ínfulas de grandeza, le venía que ni pintado a Pujol padre antes de meterse por oscuros circuitos financieros internacionales. Pero el personaje se lo apropio ayer Mas cuando hizo gala de la misma carencia de sentido del ridículo que adornaba al pequeño rey de las historietas.
Todo lo cual no obsta para que Rajoy tenga que revisar su estrategia frente al nacionalismo. No lo va a tener fácil. De momento ha de rehacer el contrato con los suyos, que son la mayoría, y dejarse de tiquismiquis con las pequeñas minorías, como Ciudadanos e incluso lady magenta, que en la cuestión nacional no difieren tanto de sus principios. Porque el aliado necesario aún sigue en Babia destilando frases para los titulares, como si fuera otro bolivariano, y levantando la polvareda necesaria para ocultar los EREs, el mayor de los escándalos soportados por este país.
Pues con y contra todo ello habrá de actuar el presidente del Gobierno y comenzar a ser él, o sea el Estado, quien marque la agenda que le han birlado hace tiempo. Demasiado.